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domingo, septiembre 04, 2011

Cayetano Llobet, político y analista "hasta la médula"

Cayetano Llobet, el hombre que hizo historia en el periodismo boliviano
"No sé cómo me aguantaron". Cayetano Llobet tenía en vida la cualidad de pocos: hablaba de frente, escribía lo que pensaba y defendía lo que escribía; aunque a pocos (o muchos) eso les pareciera insoportable.

En un país donde la historia y la objetividad son desplazadas por el inmediatismo y la superficialidad, las palabras y los análisis de "Tano" Llobet nos recuerdan constantemente que la política no es casual, que los excesos del poder no son impunes y, sobre todo, que la verdad siempre es más contundente que la consigna de moda.

Hombre de una capacidad intelectual privilegiada, se destacó esencialmente como comunicador político, un oficio venido a menos por el prejuicio de la sociedad hacia los políticos.

Con su estilo histriónico, frontal, polémico, agresivo, hiriente, recalcitrante o persuasivo, Llobet logró lo que pocos: convertirse en líder de opinión pública.

Su participación en la política está ligada al proceso de recuperación de la democracia; como pocos, asumía con serenidad y franqueza su vinculación con partidos que hoy son defenestrados y exponía sus críticas apoyado en la firmeza que da el razonamiento lógico, base de cualquier actuación política.

El debate democrático pierde a uno de sus exponentes más contundentes; su labor queda reflejada en sus columnas de opinión que constituyen un legado para quienes, como Llobet, sienten y viven la política hasta en el tuétano de los huesos.

NADIE MEJOR QUE ÉL PARA

PRESENTAR SU BIOGRAFÍA

"Tengo que confesar que no me acuerdo. Simplemente repito lo que me han contado: nací el 16 de diciembre de 1939, en Sucre, Bolivia, segundo hijo de don Cayetano Llobet Sainz y de doña Aída Tavolara Ibarnegaray. Me dicen que fui inquieto y travieso, lo que me acarreó más de un accidente y algunas roturas de cabeza. A los seis años, traslado a La Paz y comienzo del aprendizaje de lectura, escritura y las operaciones básicas. Ingreso al colegio San Calixto, resultado de la veneración de mi padre por los jesuitas, y dado que los resultados de la enseñanza materna habían sido buenos, ingreso directo al segundo de primaria a cargo del Hermano Gerardo que hacía competir al curso en los dos bandos: Roma y Cartago.

Mañanas y tardes se llenaban con las salidas y vueltas del colegio en una góndola (Bolivia tiene el complejo marítimo) que era una suerte de bus más o menos arcaico de madera. Feliz primaria, salpicada a veces por acontecimientos terribles como el linchamiento y luego el colgamiento del Presidente Villarroel (1946).

El ingreso a una secundaria más estricta y el ejercicio normal de burlar la autoridad de los "maestrillos" que eran nuestros profesores. Uno de los más estrictos, el de matemáticas, sigue vivito y coleando, respetadísimo sacerdote y contador cariñoso de las anécdotas que nos tenían como protagonistas.

Abril de 1952, jornadas de recuerdo: tres días en un cuarto debajo de la grada y alguna imprudente escapada al segundo piso para ver, ¡alma de curioso!, los enfrentamientos entre los militares y los insurrectos revolucionarios. Triunfo de la revolución, cambio en toda la administración pública y decisión paterna de volver a Sucre. Continuidad escolar con los jesuitas, esta vez el colegio del Sagrado Corazón.

Bachillerato en 1957 e ingreso a la Facultad de Derecho de la respetadísima e histórica "Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier". Afortunada experiencia académica sin posterior éxito profesional porque ciertamente, no podía competir con las mañas abogadiles. De paso y como anuncio de otras actividades, había ocupado la Secretaría Ejecutiva de la Federación Universitaria y hecho mis primeros pininos (experiencias) en las luchas contra los efectivos policiales.

PRIMER MATRIMONIO (1964)

¡Novedad asombrosa!: la oferta de una beca a la Universidad Católica de Lovaina. Descubrimiento tardío (1965) de la Ciencia Política y dedicación de tiempo completo (muchas horas diarias de estudio) para conservar la beca.

Primera hija, problemas y lamentable fallecimiento once meses después.

Segundo hijo, Alfonso.

Culminación exitosa de la carrera ("Gran Distinción") y esa horrible situación en la que uno tiene que definirse en un mundo en cambio. Mayo del 68, guerra de Vietnam, radicalización, opciones, definición de lo que solemnemente llamábamos el "revisionismo soviético", presencia teórica de Althusser y abrazo de la experiencia china. Con otros bolivianos, unos cuantos (alguno llegaría a la Presidencia de la República), definidos como cuadros políticos, nos entregamos a la cautivante experiencia del entrenamiento militar, ¡en Albania!, en plena época de Enver Hoxha. ¡Nos preparábamos para volver a hacer la "guerra popular prolongada", bajo las normas del "marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tse Tung!"

VUELTA A BOLIVIA.

TERCERA HIJA: CLAUDIA

Organización y militancia, dedicación de tiempo completo a "la construcción del socialismo". Miembro de la Asamblea Popular en 1970-71, ocupación del Palacio Legislativo, festejo anticipado de la próxima revolución y casi, casi, la toma del Palacio de Invierno… Solo que el entonces coronel Banzer, con muy buen apoyo político y económico, decidió que las cosas iban por otra vía y que el famoso proyecto socialista se terminaba. Ni formación académica, ni política, ni militar, sirvieron para nada y unos días después, gracias al asilo de la embajada argentina me embarcaban a mi primer exilio: Buenos Aires.

No fue mala experiencia, ¡todo lo contrario! Trabajaba como cuidador de un estacionamiento privado y me convertí en un experto lavador de coches, ¡lo importante eran las propinas! Gracias a mis contactos de Lovaina, logré llegar a Santiago de Chile y unos días después recuperaba mi condición académica en la Universidad Católica de Chile. Experiencia afortunada que culminó en una invitación para ingresar como profesor-investigador a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), cuyo Director Ejecutivo era don Ricardo Lagos. Experiencia cautivadora de un país polarizado, con las familias, los grupos y el conjunto de la sociedad divididos en dos bandos: con Allende o contra Allende.

¡Hasta que apareció Pinochet! Boliviano, sin pasaporte, con todos los antecedentes de rojo, era candidato ideal al Estadio Nacional. La movilización de Flacso fue total y salí disfrazado de funcionario de Naciones Unidas con destino a México, que me había concedido una visa presidencial de cortesía.

México es otro capítulo y, probablemente, el más importante.

Fue una mezcla de solidaridad y de exigencia: entré como profesor interino en Ciencias Políticas de la UNAM, a condición de que en pocos meses me sometiera al correspondiente examen de competencia. Me de fue de maravilla y, además del profesorado, era investigador de tiempo completo del Centro de Estudios Latinoamericanos. Esa vieja Facultad está llena de recuerdos, de profundo trabajo académico, de presencia latinoamericana del mejor nivel internacional. Discusión y publicación permanente de ensayos de interpretación de ese momento latinoamericano tan lleno de dolor, de tortura y de muerte.

Allí conocí, de verdad, a Marcelo Quiroga Santa Cruz. Ante la inminencia de la finalización de la dictadura de Banzer (1978), volvió a Bolivia. Al siguiente año, me pidió acompañarlo en el proceso electoral que se avecinaba y en las elecciones del 80, contra todo pronóstico, resulté elegido Diputado Nacional por Chuquisaca, por el Partido Socialista.

Nos preparábamos para nuestra posesión congresal en agosto.

Pero vendría aquel 17 de Julio. Ante la información de un levantamiento militar, acudimos con Marcelo a la Central Obrera Boliviana. Todo lo que sucedió allí fue kafkiano. Pero todavía tengo la imagen de los paramilitares obligándonos a poner las manos en la nuca y descender hacia las ambulancias que habían utilizado como camuflaje para su operación comando. Uno de ellos reconoció a Marcelo y lo acribilló en las escaleras. Me introdujeron a una de las ambulancias y con los demás, me llevaron al Estado Mayor. Ese primer día, nuestra cárcel fueron las caballerizas y, boca abajo, directamente sobre el estiércol, nuestra angustia fue la espera. Los gritos de los militares argentinos, colaboradores directos del golpe de García Meza y los alaridos de las humillaciones a los detenidos. Años después, me tocaría ser testigo de cargo ante la Corte Suprema en el juicio que condenó a García Meza a treinta años de cárcel.

Luego las celdas de la DOP (Dirección de Orden Político), ¡terrible!, y casi como consuelo, el traslado al campo de concentración de Puerto Cavinas (antigua misión sobre el río Beni para cristianizar a los cavinenses) y ese momento utilizado como instalación de la Fuerza Naval. Extrañamente, la relación de los oficiales y los presos no era mala y pasaba por una suerte de juegos psicológicos de saber quién le ganaba a quién. Lo más importante siempre se reduce a lo más pequeño: qué comer y cómo combatir a los mosquitos.

Peripecias más y peripecias menos y luego de frustrarse, por gestión internacional, el intento de llevarnos a diez de los "rojos" a la Argentina, y por gestiones especiales de NN.UU, pero gracias al activismo de la UNAM, ¡volví a México!, donde mi cátedra, mis colegas, mis alumnos y, sobre todo, mis amigos, me seguían esperando.

1984: MUERTE DE MI

PADRE EN SUCRE

En medio del embate académico que me enloquecía, conocí a aquella profesora de Sociología de la Literatura Latinoamericana, de nombre viejo, Lastenia, y de presencia juvenil, pícara y que sigue enseñándome a leer novela. Le llevo diecisiete años y me ha dado dos hijos: Sebastián y María. Se le ocurrió que el Distrito Federal, ya no era al ámbito adecuado para que nazca Sebastián y, a pesar de haber llegado a ser Director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la UNAM, me convenció de volver a Sucre, ciudad de la que se enamoró cuando llegó a conocerla.

Bártulos, viaje e incertidumbre. Extrañamente, la Universidad me cerró sus puertas. Había que sobrevivir y pusimos un pequeño huerto. Era de lujo: huevos del gallinero en la mañana, tomate escogido de la mejor planta, alcachofas de entrada, unos fideos de fondo… ¡pero nada de trabajo!

Sorpresivo llamado telefónico mientras daba una charla a miembros de una obra de los jesuitas y propuesta de Gonzalo Sánchez de Lozada para ser su candidato a Alcalde de la capital de la República. Aceptación inmediata, previas condiciones, y dos años -de Concejal, que no de Alcalde-, esperando la siguiente elección, ¡esta vez sí para Alcalde!

Pero, por lo menos en mi vida, las cosas se dan del modo que nunca las espero. Otro llamado telefónico y la propuesta de los dueños de un canal de TV para hacer análisis informativo en un noticiero, porque nada más y nada menos que Carlos Mesa, los había dejado.

Cuando veo esos primeros noticieros y mi desempeño, no sé cómo me aguantaron. Pero comencé. Y claro, por burro que uno sea, va aprendiendo a la fuerza. He pasado por muchos medios, tengo mi columna, han pasado quince años desde la aventura de mi incursión en la TV. No puedo quejarme y no lo hago, porque a pesar de que a muchos les cae muy mal lo que comento y digo, otros lo toman como un acto de honradez. Como, afortunadamente, he ganado prestigio como analista, va cayendo alguna que otra asesoría.

Es lo que tengo hoy. Sigo con Lastenia -que sigue joven-, sigo con mis hijos, esperando que Sebastián y María entren a la universidad y sigo con las ganas de seguir peleando.

Y quizás esa sea la mejor síntesis de mi biografía: ¡las ganas de pelear!"


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