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miércoles, abril 24, 2013

¿Cómo se hace Página Siete? Una jornada de trabajo, paso a paso

“Las noticias están allí, sólo hay que acercarse y escuchar, ver y preguntar”. Éste es un dicho común en el oficio periodístico. Todo el tiempo suceden cosas, algunas casi intrascendentes pero de largo aliento, otras más bien efímeras pero importantes' hechos, a fin de cuentas, que pueden cambiar la manera en la que vemos a las personas y las instituciones; casos o incidentes que merecen ser denunciados, difundidos, interpretados y volverse de interés público.

Pero ¿cómo se generan las noticias?, ¿cuál es el proceso que sigue a un suceso, a una declaración o denuncia hasta que se convierte en una nota, en una llamada de tapa o en una portada de periódico?

Esta interrogante, inherente al periodismo en general, es muy amplia y por tanto casi imposible de responder. Centrémonos, por lo tanto, en detallar el caso específico de la rutina diaria de trabajo de Página Siete.

Todo comienza con el hecho como tal, un acontecimiento, una declaración que rompe la cotidianidad, que altera la rutina de quienes lo viven y de su entorno.

A la calle, en busca de noticias Antes de pasar a formar parte del proceso información-noticia-medio-receptor, el periodista comienza su jornada temprano por la mañana revisando los periódicos, monitoreando la radio y la televisión en busca de la novedad o del mejor modo de hacer seguimiento al trabajo del día anterior.

A poco de salir de casa se pone en contacto con su editor para coordinar los temas y los enfoques de la agenda del día; pero, ojo, éste sólo es un boceto preliminar, durante la mañana habrá más llamadas y ajustes que irán cerrándose generalmente a primera hora de la tarde.

Nos concentramos ahora específicamente en una redactora de la sección Nacional de este diario, en la que se desmenuza el quehacer político. Muy temprano sale la colega a la calle decidida a obtener respuestas a sus inquietudes, siempre a partir de su instinto, de su olfato periodístico.

Después de dar algunas vueltas, descartar algunas posibilidades, o dejarlas pendientes para más adelante' luego de sufrir, incluso, algunos rechazos, finalmente encuentra la fuente precisa para el tema del momento.

Es un caso espinoso y debe ser tocado con mucho tacto, pero ella es incisiva y está decidida a obtener una versión que la ayude a tener un mejor panorama. Su fuente es un senador que al principio, como todo buen político, sale con “medias tintas”, tratando de “marear la perdiz” y evitar los asuntos importantes' pero ella insiste y logra una versión interesante.

En eso suena el teléfono: una sugerencia, una instrucción del editor del área; es hora de buscar a alguien más en el laberinto de oficinas de la Asamblea Legislativa para seguir profundizando en el tema.

Paralelamente, los fotógrafos del periódico “peinan” la ciudad, capturando diferentes imágenes para ilustrar las notas que sus colegas de diferentes áreas recopilan; muchas veces los reporteros gráficos incluso ponen en riesgo su físico para obtener la mejor toma posible en medio de conflictos sociales, desastres naturales, etcétera.

Volviendo a nuestra reportera, en la continuidad de su cobertura no está sola, hay cámaras y micrófonos alrededor de la diputada oficialista con quien debe hablar. La periodista logra ocupar una buena posición, desde donde puede escuchar y hacer preguntas en el mar de gente que se agolpa en busca de una primicia.

Aún hace dos entrevistas más antes de llamar a su editor y enrumbarse a la redacción.

A ajustar y negociar enfoquesLa periodista llega a la redacción poco antes que su editor y se dedica a estudiar el material que ha recabado en busca de rescatar detalles que le ayuden a reforzar su enfoque u otros que quizás hayan pasado desapercibidos durante su cobertura.

Para este fin recurre además al monitoreo de los medios radiales y de TV, pues nunca está de más contar con perspectivas diferentes para enriquecer la propia.

Cuando llega el editor de la sección se toma varios minutos para coordinar por teléfono con otra redactora de la misma sección, a quien le pide más detalles para armar su nota y al menos una fuente más para enriquecerla.

Finalmente, la periodista a la que hacemos seguimiento se sienta junto a su jefe y por al menos diez minutos conversan sobre el tema del día. Tras un intercambio de opiniones, instrucciones y sugerencias, tanto editor como redactora se sienten satisfechos por la información conseguida, pero el primero aconseja hablar con una fuente más que puede dar un giro a la nota; la periodista asiente y apunta unas cuantas preguntas antes de tomar el teléfono.

Mientras ella hace la llamada, los editores se reúnen con los jefes de redacción e información, además del asesor editorial, con quienes revisan la agenda de las diferentes secciones y afinan los enfoques y posibles títulos de apertura de cada página.

En este punto vale hacer un paréntesis y volver dos o tres horas más temprano en el mismo día. Mientras los reporteros siguen en la calle, el editor de cada área, que más temprano habló con los colegas de sección para definir la agenda, vuelve a llamarlos desde la redacción para reasegurar los temas y distribuirlos en las páginas asignadas.

Para esta labor, en coordinación con la jefatura que supervisa el área, define el diseño de las páginas, según las características de los temas, y las encarga al departamento de diseño y armado.

Redacción y edición De la reunión de la tarde salen los lineamentos y perfiles finales para que los periodistas den el enfoque final a las notas que ya empezaron a redactar más temprano.

Éste es el momento de mayor estrés en la redacción, cuando todo el equipo se concentra en el trabajo bajo la infaltable presión del reloj, pues hacer un periódico es un trabajo en cadena; es decir, depende de que uno termine bien y a tiempo su parte para que otros colegas inicien la suya y así hasta que al día siguiente los ejemplares llegan a manos de los lectores.

Entre las 15:00 y las 20:00, poco más, poco menos, la tensión casi se puede respirar en las diferentes salas, en medio de tecleos, llamadas telefónicas, minirreuniones entre periodistas y editores, pedidos y modificaciones a las secciones de fotografía y diseño, etcétera, etcétera.

Hacia el final de la tarde, la editora de flujo llega y acelera la faena llevando y trayendo los impresos previos de las páginas -tal cual saldrán en la edición del día siguiente- entre los editores, los jefes y los correctores, tras cuya mirada final se aprueban y quedan listas para mandarlas a impresión.

Hacia las 20:00, cuando la mayoría de los redactores terminó su jornada y sólo algunos editores ultiman los detalles, los jefes de la redacción se reúnen con el director para, a partir de la lista de los temas más fuertes de cada sección, definir la portada del periódico.

Ya desde media tarde y hasta casi la medianoche, lo fuerte del trabajo llega también a la sección de armado que tras recibir las páginas aprobadas ajusta y revisa la parte gráfica y de diseño y coordina con la sección publicidad y preprensa, que es donde se acopian las páginas en su versión digital y se las envía, vía un programa especial de internet, a la sección prensa, es decir a la imprenta del periódico.

Imprimir, compaginar, distribuirLa rotativa de Página Siete está en El Alto, a pocos pasos del cruce a Viacha. La labor fuerte de los trabajadores de esta sección empieza poco antes de las diez de la noche, aunque ya desde finalizada la tarde reciben algunas páginas.

El encargado de preprensa se pone en marcha cargando planchas de aluminio sobre una “quemadora” láser, la cual divide cada imagen por colores: cian, magenta, amarillo y negro.

Para cada pliego (dos hojas anverso y reverso de las que salen ocho páginas del diario) se necesita quemar y revelar ocho placas; éste es un proceso que lleva aproximadamente 40 minutos por pliego.

Paralelamente, cuatro operarios ponen en marcha la rotativa, un verdadero “monstruo” que resopla y gruñe. Cada uno de los cuatro trabajadores cumple una función específica: mientras uno carga enormes cilindros de papel, de aproximadamente 470 kilos cada uno; otro revisa los niveles de color, y los otros dos, que todos los componentes estén limpios.

Cuando las placas han sido impresas son perforadas y dobladas para poder ser cargadas en la rotativa (dos por cada color) donde transfieren los textos e imágenes que llevan grabados a los cilindros que transportan la tinta.

La máquina ruge otra vez y se acelera mientras el papel corre por los cilindros, es cortado y doblado hasta llegar a una mesa, donde dos operarios lo ordenan y apilan.

Dependiendo del tiraje, este proceso dura entre 40 minutos y una hora con 20 minutos por pliego (nuestra edición tiene entre cinco y siete pliegos, sin contar suplementos).

Al otro lado del galpón de El Alto, cuatro jóvenes ordenan los pliegos y van compaginando con asombrosa habilidad un ejemplar tras otro.

A las 2:30 -en promedio- la rotativa resopla por última vez, y es limpiada con agua comprimida y disolventes. Los compaginadores trabajan aún por 30 minutos más llevando los paquetes de periódicos a un depósito pequeño desde donde se organiza el reparto.

A las 3:15 -poco más, poco menos- se apagan las luces y todos salen, dejando solo al guardia de la planta, quien debe esperar a que llegue el equipo encargado del paso final, el de distribución.

Por tierra y aire A las 4:00, los colegas de distribución llegan al almacén, revisan las órdenes del día: cuántos periódicos deben ser enviados a cada uno de los destinos habituales.

La carga se divide: una parte se queda en El Alto para ser entregada a los canillitas en la Ceja, otra va rumbo al aeropuerto y otra a la terminal de buses.

El resto va rumbo a La Paz, donde se reparte a los canillitas que hacen fila en la avenida Camacho, y otro tanto a hoteles, instituciones y domicilios de suscriptores.

Para eso los primeros rayos de sol toman la ciudad y en sólo cuestión de minutos miles de ejemplares llegan a manos de ciudadanos ávidos de información.

Manuel Filomeno


“Después de dar algunas vueltas, descartar algunas posibilidades' tras sufrir, incluso, algunos rechazos, finalmente encuentra la fuente precisa para el tema del momento”.



“La tarde, la editora de flujo acelera la faena llevando y trayendo impresos previos de las páginas -tal cual saldrán en la edición del día siguiente- entre los editores, los jefes y los correctores”.

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