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domingo, mayo 11, 2014

Roberto Navia: «EL PERIODISMO ES EL CONTRAPODER DEL PODER»

Roberto Navia Gabriel es un tipo humilde, de esos a los que a uno le dan ganas de contarle cosas aunque sean muy íntimas porque es transparente, y se nota que es honesto; buenas herramientas para un cronista de cepa que ha ganado varios premios y que es hoy un referente en el periodismo boliviano. Hablamos con él en esta entrevista de esas dotes que casi sin querer ha cultivado y de lo que es ejercer en el país el oficio “más lindo del mundo.”



OH!: ¿Por qué decide ser periodista?

Porque era lo más cercano a la literatura. Después, pude comprobar que el periodismo no es un género menor de la literatura. Una crónica o un reportaje pueden convertirse en un cuento de no ficción que no muere al día siguiente de su publicación. Porque me gusta escuchar al prójimo, al hombre y a la mujer de a pie, a los derrotados de la vida, a los que existen y aparentemente no importan a nadie. Ese tipo de periodismo es posible y vital para los periódicos. No se puede concebir un periodismo sin contar las vidas de las personas que construyen el mundo en su día a día. Y a la gente le gusta verse reflejada porque la historia de un ser humano representa la historia de la comunidad, de un clan. El periodismo tiene la fuerza de ayudarnos a conocernos como seres humanos.



OH: ¿Qué es lo que más le atrae de este trabajo?

Me atrae el que hoy estoy aquí y mañana allá. El meterme en la vida de las personas y que ellas se metan en la mía. Es una especie de complicidad, porque cuando me despido, ellas se quedan desahogadas y algo queda en mí y entonces, tengo que correr a escribir para exorcizarme, para que los fantasmas de sus historias no toquen mi puerta después. Me gusta también el escuchar, el quedarme en silencio mientras hablan, incluso sin escribir en la libreta de apuntes. Los ojos de la gente no mienten. Prácticamente el 50% de sus verdades o de sus mentiras lo dicen a través de la mirada, de los gestos, de los silencios.

Y sobre todo me gusta hablar con la persona, más allá del cargo que tienen. Me han tocado casos en los que entrevisto a quienes hace poco o mucho tenían un alto cargo y ahora son personas comunes, incluso, derrotadas, que cayeron en alguna tragedia. Se encuentran sin su escudo que en otros tiempos les permitían esconderse y ocultar cosas. Es notoria la diferencia.

La gente que no tiene un cargo público tiene menos cosas que ocultar. Como decía García Márquez, la fuerza de este trabajo está en que me permite conocer la realidad.



OH!: ¿Qué debe tener una historia para que la considere válida para escribirla?

Todos tienen una historia para contar, pero quizá no todo sea publicable. Ahora. Aquí viene la magia de la crónica. Hay una corriente que dice que no importa lo que se cuenta, sino, cómo se lo cuenta. Bajo este concepto, cada ser humano tiene algo para eternizar, siempre que exista un cronista para inmortalizar su historia.

La magia radica en que el mundo está construido con las cosas simples de la vida y que son los ciudadanos y sus campesinos, sus obreros y sus mendigos, sus drogadictos y sus asesinos y sus prostitutas, los dueños reales de las calles y de las montañas y de las cárceles, de los ríos y de las aceras de las metrópolis. Es hasta donde ellos a los que hay que llegar y no concentrarse solo en los hoteles de varias estrellas ni en los vuelos en primera clase. Porque en esos lugares, me ha sucedido, uno se topa con mucho aire acondicionado que te aburguesa y no te permite ver el horizonte.



OH!: ¿De qué no puede prescindir un buen periodista?

De varias cosas que al final son pocas, pero tremendamente importantes: No debe prescindir de sensibilidad humana, para mirar lo que otros no ven, para tener la fuerza de entrar donde el resto de la gente busca salir, para escuchar con una paciencia eterna y después apelar a la palabra escrita para llevarle al lector un producto que no solo le informe de sus problema habituales, sino, que también le haga sentir placer por la lectura. Por eso, muchos periódicos han coincidido en que es el domingo el día apropiado para presentar su banquete principal, porque saben que el lector tiene tiempo para disfrutar de una historia que lo hará sentir un hombre eterno.

Tampoco debe prescindir de libros en su mesa de trabajo o en su velador de dormitorio o en sus viajes. Los libros son como un salvavidas que están ahí para soñar, para aprender a escribir, para conocer ese mundo al que uno también quiere llegar.



OH!: ¿Cuál es el peor defecto que tenemos los periodistas?

Tenemos a periodistas que aman con locura la noticia caliente, la coyuntura, el dato frío. Eso no está mal, porque es bueno amar y todo lo que se ama se lo hace bien. Pero puede ser un el problema si solo la coyuntura es considerada como el plato fuerte las jornadas de trabajo. Una combinación entre noticias cotidianas y reportajes de investigación es lo que debe tener un buen medio de comunicación. En Bolivia, tenemos ejemplos de medios que nos hacen sentir orgullo del trabajo periodístico.

A veces también resulta que existen periodistas ‘seguilones’. Les encanta seguir a ministros, a presidentes, a alcaldes, como si ellos fueran los dueños de la verdad, cuando bien sabemos que las fuentes oficiales están más interesadas en esconder información que en darla. Las conferencias de prensa siguen siendo la meca a donde se acude para acceder a los datos y existe un olvido de la calle porque el periodismo suele no acudir a ella para encontrarse con las historias que valen la pena. Lo aconsejable es no solo acudir hasta la oficina del ministro que informa sobre los índices de pobreza, sino, luego se debe ir hacia las casas de los pobres para saber cómo viven.



OH!: ¿Cuál ha sido la historia que más placer le dio contar?

Fueron varias, seguro. Y no quiero rayar en eso de que fueron solo las noticias positivas las que me hicieron brincar de felicidad. En esta profesión he comprobado que hay que llegar hasta la basura para que los malos olores salgan, ensucien el ambiente y viajen hasta las oficinas de las autoridades para que ellas se enteren o recuerden la realidad y cumplan con sus obligaciones con el ciudadano. Entonces, lo que quiero decir es que hay que informar sobre cosas tétricas, dolorosas, porque ocultarlas sería un pecado mortal.

He tenido que tocar las puertas de viudas y de huérfanos para que recuerden a un país dormido de que alguien en esta Bolivia ha matado a su ser querido y que hasta ahora no se hace justicia.

Ahora, ha ocurrido que muchas historias tristes han generado una acción importante. Eso pasó con el reportaje “Esclavos made in Bolivia” que, tras que se supo que ganó el premio Ortega y Gasset, en Argentina hicieron una batida y clausuraron seis talleres clandestinos donde se explotaba a ciudadanos bolivianos en talleres de costura.

Y no olvido el día en que don Ángel Coca, un hombre que vive en la frontera con Paraguay, golpeado por la sequía y los ladrones de ganado, me llamó alborotado diciendo que el reportaje había sido leído por alguien que le había ofrecido ayudarle a solucionar la crisis de agua allá en su casa de la que estaba a punto de abandonar.



OH!: ¿Cuál no hubiera querido contar nunca?

Uff. Me hubiera gustado que nunca hubiera existido el accidente de avión en Riberalta, donde murieron personas porque no existía un carro bombero. Yo viajé a Riberalta tras el accidente y llegué hasta la clínica donde estaba internada una sobreviviente. Era una mujer que había salvado su vida pero que no pudo rescatar a su niña de seis añitos.



OH: ¿Cómo ve el panorama de la libertad de expresión en el país?

Hay una libertad de expresión que incomoda, que molesta como si se tratara de un zapato apretado. Ahora, siendo optimistas, esta situación es una señal de que hay un periodismo que está haciendo bien las cosas, que no es complaciente y que se enfrenta con sus mejores armas a los intereses que se sienten incómodos.

Por ejemplo, el periodista Raúl Peñaranda fue descalificado por el Gobierno antes de que salga su libro “Control Remoto”, lo cual demuestra que la libertad de expresión incomoda, pero a la vez, el hecho de que Peñaranda haya lanzado su libro y se esté vendiendo como pan caliente, también es una muestra de que existe libertad de prensa. Claro, en una democracia ideal, las incomodidades ya no tendrían que existir.



OH!: ¿Cree en el periodismo como el cuarto poder?

No, de ninguna manera. Por el contario. Creo, por el contario, en la corriente de que el periodismo es el contrapoder del poder, es el clavo en el zapato de quienes tienen cosas o datos que ocultar. El periodismo es el enemigo del poder en buen término, es decir, no está para atacarlo, para buscar pelea, pero sí para cuestionarlo. El periodista tampoco está para convertirse en un amigo de su fuente, en su compañero de cantina, en aquel que se presta para reír los chistes de las autoridades. El periodismo está para recordar a quienes gobiernan que ellos son solo empleados del pueblo y que tienen la obligación de informar sobre cada centavo que gastan.



OH!: ¿Cuál es el peor error que puede cometer un periodista?

No contrastar las fuentes de información, parte y contraparte. Hay que entrevistar al que acusa y al supuesto culpable. Ese punto no es algo que se debate, sino un mandamiento a cumplir. También si o si tiene que constatarse la veracidad de la información, para no dar lugar a especulaciones.



OH!: ¿Quiénes son sus referencias tanto en el exterior como en el país? ¿A quiénes les gusta leer?

No cabe duda que mis maestros de cabecera son Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Hermes Hemingway, Edgar Alan Poe, Mario Vargas Llosa, Martín Caparrós, Leyla Guerrero, Jon Lee Anderson, Juan Villoro, entre tantos otros. En Bolivia, tenemos muy buenas firmas. Disfruto mucho los textos de bolivianos cuyos trabajos no tienen nada que envidiar con escritores y cronistas de otros países.



OH!: ¿Cree que el periodismo boliviano funciona como una rosca?

El periodismo, como toda actividad humana, está formado por seres humanos. Entonces, no es de extrañarse que esté ensombrecida en algunas esferas que impida que el trabajo consiga los parámetros de calidad que el lector espera. Pero por suerte también están quienes luchan contra esa condición humana y enaltecen la labor con cada nota o reportaje que publican.



OH!: ¿Qué historia no cubriría nunca?

Todas las que se pueda las cubriría. Bueno casi todas. No me siento cómodo en las conferencias de prensa ni en las entrevistas oficiales, pero el periodismo también me lleva a estos lugares y la vida a uno le enseña que hay que trabajar con alegría y responsabilidad. Pero prefiero meterme en el submundo de la sociedad, donde la osamenta indica que ahí ocurrió algo grave y que se debe contar para que se sepa lo que alguien intentó ocultarlo. Me siento más útil cuando escucho a aquellas personas que no existen por el único pecado de habitar en un mundo alejado de los centros de poder.



OH!: Por último, ¿qué ha significado para Ud., el Premio Libertad 2014?

El premio Libertad es un galardón que me llena de orgullo, por varias razones. Porque lo otorga la Asociación Nacional de la Prensa (ANP), que es una institución que representa la vanguardia de la libertad de expresión y la democracia, porque el premio tiene el nombre de Juan Javier Zeballos, el enorme periodista que lamentablemente se fue de este mundo y que dejó una enseñanza eterna que invita a seguir sus pasos, y porque el premio representa a la libertad, que es la esencia de nuestro oficio. Además, alguien del directorio de la ANP dijo que el galardón recae en mí y me coloca como el periodista más joven en recibirlo, lo que me llena de orgullo y compromiso.

Perfil

Roberto Navia

Roberto Navia Gabriel (Santa Cruz, 1975). Es periodista de reportajes de EL DEBER. Publicó Un tal Evo (2007), con Darwin Pinto. Un trabajo suyo integra la Antología de crónica latinoamericana actual (Alfaguara, 2012), Crónicas de Perro Andante (2013). La Asociación de Periodistas de La Paz (APLP) premió sus crónicas en 2005 y en 2006 y le confirió la medalla Huáscar Cajías por destacarse entre las nuevas generaciones de comunicadores. Es Premio Ortega y Gasset de Periodismo 2007 y Premio Libertad Juan Javier Zeballos 2014.



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