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martes, junio 02, 2015

El desnudo femenino se impone como reclamo en la TV

Nochevieja de 1987. La exuberante cantante italiana Sabrina Debora Salerno tiene un ¿accidente? durante su actuación. Uno de sus pechos se anima en exceso siguiendo el ritmo de su «Boys, boys, boys» y decide darse a conocer ante una atónita audiencia que todavía no había acostumbrado su perplejidad al ya vigente «destape». Se habló de ello hasta dos nocheviejas o tres más adelante.

2014. Cuatro estrena «Adán y Eva» un reality cuya principal temática no es argumental, su atractivo se basa en que los concursantes están desnudos.

Han pasado casi tres décadas, tiempo de sobra para que a nadie asombre ver desnudos en televisión. Pero la explotación de este recurso ha tocado límites insospechados y todavía inéditos en nuestro país.

Sin ánimo alguno de impulsar ideas, contamos aquí algunos de los programas más absurdos -incluso de corrección política más que cuestionable- que se emiten o han emitido en diversas partes del mundo.

Pese a que la actualidad venezolana no suele ser en absoluto anodina, «Desnudando la noticia» decidió darle un nuevo impulso al formato. En este informativo, las presentadoras iban, noticia tras noticia, despojándose de prendas de ropa, hasta quedar totalmente desnudas.

Si los informativos no parecen un lugar demasiado apropiado para el nudismo, la idea de los chinos fue un paso más allá: Un programa de cocina.

«Icefire Kitchen», algo así como «cocina de fuego y hielo» se llamaba el esperpento, donde la cocinera no protagonizaba un strep-tease, no. Directamente salía a escena desnuda, cubierta, eso sí, que el arroz tres delicias es traicionero, con un delantal transparente.

El reclamo no es cosa de remotas latitudes, aunque en el caso que sigue, ella solita se metió en la boca de lobo. La atractivísima presentadora francesaDoria Tillier prometió en Canal + que si la selección francesa de fútbol levantaba una eliminatoria cuesta arriba contra Ucrania daría la información meterorológica desnuda. Lo hizo. Eso sí, con la cámara a un kilómetro de distancia y correteando de un lado a otro por la francesa campiña.

En general (salvo este simpático caso) los espacios se saldan con una crítica unánime y dura, pero nada comparado con el revuelo levantado por «Blanchman», un espacio en el que, aunque el cuerpo mostrado lo era de forma más artística y con luces y sombras que lo hacían menos explícito, la mecánica del programa consistía en la conversación entre dos hombres comentando el cuerpo desnudo que tenían enfrente. «Así las mujeres saben lo que dicen los hombres cuando no las escuchan», alegó su director. Pues lo dicho.

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