Durante mi año en Harvard, mantuve un ojo atento en la crisis de los periódicos. En los Estados Unidos, desde mitad de la última década, los periodistas han sido despedidos, el número de páginas en los medios impresos ha caído drásticamente, los salarios se han achicado y la publicidad ha disminuido en forma considerable. Todo esto, observé, era debido, fundamentalmente, a la competencia de Internet. El público se informa a sí mismo en lugar de pagar por periódicos y revistas.
Regresé a Bolivia a mitad de 2008 con la idea de que el futuro del periodismo (¿el presente?) estaba basado en Internet y que los medios impresos estaban destinados a ser una rareza que sólo los ricos podrían pagar. ¿Y qué hice poco después de llegar? Ayudé a fundar un diario tradicional. Con bobinas de papel, imprenta y todo lo demás; incluso, con un nombre con raíces en los medios impresos tradicionales: Página Siete.
Sé que este relato parece autocontradictorio, pero no es completamente irracional. Primero que nada, tengo veinte años de experiencia en medios impresos, así que suena normal seguir por el mismo camino. Segundo, el acceso a Internet es bajo en América Latina y particularmente en Bolivia, lo que significa que la crisis de los periódicos es menos inminente. Tercero, los periódicos en Bolivia han operado siempre en medio de restricciones económicas comparados con sus iguales de América del Norte, así que operan más eficientemente. Cuarto, creo genuinamente que el mercado de La Paz tenía espacio para otro periódico por la relativa baja credibilidad del periódico líder local, La Razón. Quinto y más importante, porque estaba seguro de que este periódico debía seguir un plan de corto y mediano alcance en el cual podíamos dejar gradualmente atrás el papel y marchar hacia el mundo digital.
En ese momento, mi obsesión era la misma que había sido en toda mi carrera –cómo informar mejor al público. Esto significa señalar los matices en las noticias, buscar más hondo en el significado de los hechos, ofrecer opiniones independientes y proveer un contexto a lo que ocurre. Siempre he querido presentar las noticias de un modo profundamente pluralista e independiente.
Creía que un periódico de este tipo era necesario en Bolivia. País mediterráneo de diez millones de habitantes en el corazón de Sudamérica, Bolivia está experimentando un período de profunda transformación. El presidente Evo Morales, que está en su sexto año de gobierno, ha tomado una serie de medidas en favor de los sectores indígenas, que conforman más de la mitad de la población. Esta política lo ha vuelto popular con la mayoría, pero su retórica agresiva contra la oposición y el mundo de los negocios ha agravado la polarización política. Su óptica local se refleja también en el exterior: ha expulsado al embajador norteamericano y mantiene una fuerte alianza política y económica con el presidente venezolano Hugo Chávez.
La nueva polarización en Bolivia exige una observación objetiva e independiente de los hechos.
Hemos más que logrado cumplir nuestros objetivos en el costado editorial de Página Siete. Hemos montado un staff de 30 reporteros que logran primicias diarias, así como participar en proyectos de investigación de largo plazo. Cada semana, publicamos una entrevista en profundidad con una figura pública significativa. Muchos de los más importantes intelectuales de Bolivia escriben para el periódico –desde fuertes simpatizantes de Evo a figuras de la oposición, de activistas indígenas a feministas lesbianas radicales. Nuestro objetivo es cultivar la expresión de diferentes voces y un diálogo abierto en una sociedad polarizada, al mismo tiempo que enfatizar un reporteo y una verificación de datos intensos.
Nuestros objetivos eran claros, así como el contexto político-social en que elegimos lanzar nuestro periódico. Pero primero necesitábamos contar con un modelo de negocios que pudiera sostenernos económicamente.
Raúl Garáfulic, presidente de la compañía, y yo hemos estado siempre de acuerdo sobre los objetivos editoriales de nuestro nuevo proyecto, pero debatimos mucho sobre la crisis de los medios impresos. Reconocimos que nuestra versión de Internet tendría que ser vigorosa y versátil. Entendíamos que necesitábamos usar las nuevas tecnologías desde el mismo comienzo. Por esa época, a mitad de 2009, las ventas de iPad comenzaban a despegar en el mundo y los principales periódicos comenzaban a mirar esta novedad como una tabla de salvación.
Con todo esto en mente, no sabíamos exactamente cómo crear un negocio periodístico que pudiera reflejar la realidad de Bolivia y a la vez ser viable y auto-sostenido. Cuanto más hablábamos de los iPads y las nuevas tecnologías, más parecíamos perder el camino para financiar nuestras operaciones. Es bien sabido que, con pocas excepciones, la mayoría de los medios están operando a pérdida en Internet. Ni siquiera el New York Times, con 150 millones de visitas por día, logra ganar dinero en la web. ¿Cómo podría hacerlo un modesto periódico del más pobre país de Sudamérica?
Entonces se le ocurrió a Garáfulic que, en lugar de pensar cómo financiar una aplicación de iPad para el periódico, deberíamos tratar de financiar y distribuir los iPads mismos. Entramos en una larga negociación con Apple por el derecho a convertirnos en distribuidores oficiales de sus tablets. Al mismo tiempo, planteamos la idea a los bancos locales. Serían, en verdad, los bancos quienes venderían los iPads 3-G (la versión más cara, con un costo de unos 800 dólares en los Estados Unidos, pero que tenía excelente conectividad en las principales ciudades bolivianas). El iPad podia ser pagado en un período de tres años, y los compradores interesados podían obtener un préstamo para el consumo. Casi medio millón de personas en el país recibe su paga a través de depósitos bancarios directos; todos ellos eran potenciales clientes. Otro hecho interesante es que, en Bolivia, hay casi 200.000 usuarios de smartphones, esto es, un perfecto nicho para nuestra idea. La oferta sería la siguiente: el consumidor, a través del banco, pagaría 140 dólares y se subscribiría a la versión para iPad del periódico por 35 dólares mensuales. Esto es, el lector se estaría suscribiendo a nuestro periódico durante tres años y recibiría un iPad gratis. Otro modo de verlo: el lector estaría comprando un iPad con un crédito a tres años… y recibiría una suscripción gratis a nuestro periódico. Al encender su iPad, el nuevo suscriptor tiene nuestro periódico como página de inicio.
Esta iniciativa se basa en el criterio siguiente; primero, en Bolivia, el acceso al crédito es relativamente difícil; así, permitir al lector comprar el iPad a crédito es una oferta interesante; segundo, las clases medias y altas –y particularmente la baja clase media—están muy interesadas en tener acceso a las nuevas tecnologías.
Los padres ven la computadora e Internet como una vía para mejorar la calidad de la educación de sus hijos y ayudar a sus futuras carreras en la universidad o en el trabajo. En particular, el iPad, con su abundancia de aplicaciones atractivas, es un aparato anhelado por millones de personas en el mundo y también, obviamente, en Bolivia.
La idea es económicamente viable. Tiene tremendo potencial, aumentará exponencialmente el número de lectores y ayudará a establecer un modelo de negocios diferente en una industria que no ha cambiado mucho desde el siglo XVIII.
Página Siete espera vender, progresivamente, hasta 10.000 iPads al año. Esto es, esperamos pronto ser el periódico con la más grande circulación del país. Calculamos que, si todo va bien, en tres años dos tercios de nuestros lectores nos seguirán gracias a las nuevas tecnologías y el resto en papel.
La distribución de iPads comenzó lentamente en enero de 2011. Al mismo tiempo, Página Siete ya tenía casi un año y se había convertido en el segundo diario en importancia en La Paz, tanto en ventas como en influencia. La circulación del domingo era de unas 10.000 copias, un tercio de la que posee el periódico líder.
Tengo confianza en que este modelo de distribución hará de Página Siete el periódico más leído del país y el más sólido en términos financieros. También creo que este modelo es una idea que otros periódicos –aquí y en el exterior—pueden utilizar.
Mientras tanto, sea en papel o en iPad, muchos de los objetivos que nos habíamos planteado al crear el periódico han sido realizado adecuadamente. Hemos logrado mantener nuestras páginas editoriales abiertas a diversos puntos de vista. Nuestra sección de noticias alberga primicias, así como artículos extensos e investigaciones. Varias de nuestras historias e investigaciones han tenido importantes repercusiones. Descubrimos, por ejemplo, que una prisionera peruana había sido mantenida durante 60 días encadenada a la cama de su celda como castigo en una prisión de La Paz. La publicación de esta historia forzó a las autoridades del penal a establecer nuevas reglas para el tratamiento de los prisioneros, y los oficiales y autoridades responsables fueron despedidos. La Defensoría del Pueblo —una agencia del Estado que aboga por los derechos humanos— diseñó un plan para defender los derechos humanos en las prisiones. ¡Para esto existen los periódicos!
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