Cuando las telenovelas de amor entre príncipes y cenicientas cansaron al público, surgió esta adictiva propuesta.
En los últimos seis años ha surgido una fascinación por el narcotráfico. Mostrar la realidad social fue una salida al aburrimiento de las historias rosa. La cuna de estas telenovelas es Colombia, escenario en el que se narra la vida de los narcotraficantes y su poder en la sociedad. Para los amantes de la violencia y de las escenas de acción, estas producciones tienen el ingrediente de un western: la ley del más fuerte. También contienen estereotipos que han sido calificados de mala influencia para el público. Algunos sectores los ven como una realidad inevitable, otros hallan en ellos un incentivo al crimen y a la prostitución.
Sin tetas no hay paraíso. Es la primera teleserie de este tipo que apareció en TV Caracol. Catalina es una joven que quiere salir de la pobreza, abandona sus estudios para dedicarse a la prostitución a través del narcotráfico, pero necesita implantes de silicona para conseguirlo.
La diosa coronada. Basada en hechos verídicos, es la historia de Natalia Santamaría, una reina de belleza que, por deseos de grandeza, se ve involucrada en la mafia y llega a convertirse en “la reina de la coca”.
Los vitorinos. Tres hermanos fueron maldecidos desde su nacimiento. Vidas paralelas, llegarán a un mismo final sangriento: un escritor que se vuelve sicario, un policía con sed de venganza y un hombre adinerado que vive de excesos.
Peligrosos clichés
Para triunfar en la vida, un hombre necesita ser criminal y despiadado. A una mujer no le queda más que ser hermosa, ponerse implantes y dedicarse a la prostitución de prepago.
Polémica
Han levantado un fuerte debate en el Gobierno colombiano al hacer en sus estereotipos una apología del villano y exacerbar
la mirada machista hacia a la mujer.
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