Hace tiempo en el set de la red PAT le dije a Desirée Durán, en sus primeros pasos en la pantalla chica, que debía aprovechar para la televisión su sonrisa conquistadora y ella me preguntó:
¿Cómo? Después de ver el programa Para comerte mejor, en su primer aniversario, me di cuenta de que ella se propasó con el uso de su sonrisa. Cuando entra al set de su programa no le importa nada, ni la comida, porque quiere mostrarse extrovertida, alegre, siempre sonriente... ¡Que viva la improvisación!
Vive la vida televisiva (al igual que Marc Anthony), es por eso que canta: “Voy a reír, voy a bailar. Pa’ qué llorar, pa’ qué sufrir”. Canta, baila y hace bromas, pero siempre nos deja picados porque todo lo deja a medias. A gritos necesita un interlocutor o una voz en off para acompañar su conducción (los jefes se hacen de la vista gorda), es por eso que a veces tiene que hacer monólogos imprevistos.
Juega con los camarógrafos y los curiosos en el set (como el inoportuno de ‘Alambrito’). El realizador le hace bromas pesadas, como colocarle el titular: “Sí, facturo muy bien” (de la nota de EL DEBER), para pedirle un churrasco le hacen escuchar un tema de Molotov y ella se hace la indiferente.
El programa es suyo y no le importan las estructuras rígidas, las escaletas, los guiones, ni los detalles audiovisuales.
La misma gente sigue el programa por las locuras de Desirée y no anota precisamente sus recetas.
Su espacio es el mejor ejemplo de una producción basada en la ‘improvisación eficiente’, hecho a la medida de la personalidad jovial y desordenada de la finalista del Miss Universo 2006.
Qué lejos queda la imagen de la seriedad de Desirée con su primer invitado, Sergio Weise. Que siga cantando: “Voy a reír, voy a bailar... Vivir mi vida (en la TV) la, la, la, la...”, lejos de su amiga y excompañera frente a la pantalla, Sandra Parada
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