Dejó el país hace 10 años cuando ejercía la gerencia de producción en la Red Bolivisión. Su destino fue Naples, Estados Unidos, a donde se fue con el objetivo de poner una compañía que representara a ciertas firmas de Bolivia, lo cual quedó en statuo quo por esas coincidencias de la vida que colocaron nuevamente a Tonchi Raljevic en lo que más le gusta hacer: televisión.
“Soy director para una compañía que se llama Mediavista Group y que tiene cuatro canales de televisión, una revista, una página web y ahorita estamos a punto de tener tres canales más y una radio. Lo mejor de mi trabajo es que me pagan por hacer lo que me gusta”, cuenta Tonchi desde el país del norte.
LG: ¿Cuál es la diferencia de hacer televisión en Bolivia y EEUU?
T: Que acá (EEUU) tienes que marchar como un reloj. Trabajo con gente latina que vive muchos años acá y hay cosas en las que se nota que somos latinos. Hay que grabar a las 15:30 y no están aún maquilladas, siempre hay demora… Si Dios quiere, en un año quizá salte a un medio americano y ahí todo está cronometrado, no hay margen de error.
LG: ¿Cómo te recibieron?
T: Bien, como todo el que llega al principio, no trabaja en lo que quiere. Se paga derecho de piso y el mío duró 9 meses; trabajé sacando y revelando fotos en una farmacia, también hacía caja, entonces lo más cerca de lo que me gustaba era el micrófono del autoservicio, a través del cual hablaba con los clientes y sacaba fotos. De ahí salté a hacer cámaras, pero tuve que empezar nuevamente desde abajo. Luego pasé a ser editor, productor ejecutivo y de ahí subí a ser director.
LG: ¿Qué extrañas más del país?
T: Mi familia, poder tomar el té con mi mamá, como lo hacía con mucha frecuencia cuando estaba allá, las reuniones de los domingos… Extrañaba también que aquí cuando uno llega entra y sale de un lugar, nadie te dice: hola. Ya con 10 años, vas conociendo y recién te dicen: ¡hola! (Sin embargo), me encanta muchas cosas que tiene EEUU, el orden, la limpieza, las cosas como tienen que ser…
LG: A nivel personal, ¿cambió tu vida?
T: Mi vida no cambió aquí, mi vida cambió cuando nació mi hijo, cuando después de estar solitos siete años, recibimos a Cris (su hijo). Ahí la vida de mi esposa y la mía cambió. Mi hijo tiene 12 años y medio, está cursando el 7mo. grado y se siente muy boliviano, habla español, inglés y es un niño espectacular. Otros niños de su edad no quieren ni acercarse a sus padres y él todavía se echa a ver TV en la cama y comer una pizza viendo una película, estamos muy unidos como familia.
LG: ¿Te ves nuevamente en la TV boliviana?
T: No sé, porque con 10 años fuera del país no sé cómo está la televisión en Bolivia. Cuando charlo con John Arandia y Juan Carlos Arana me cuentan que hay buena producción. Extraño mucho el país, pero hay cosas que no encajan conmigo, por ejemplo la hora boliviana siempre fue un problema para mí y mi esposa… La gente boliviana es maravillosa allá, aquí, en todo lado. Acá tenemos un grupo de bolivianos y nos inventamos cosas para reunirnos, que si llegó alguien o que si se está yendo… juntamos unas carnes, ensalada y ya, esas cosas maravillosas de los bolivianos es algo que aquí no hay.
LG: ¿Cuándo te tendremos en el país?
T: Fui a Bolivia unas cinco veces, tenía que ir para el Mundial (de fútbol), pero por trabajo no se pudo. Ahora Cris (su hijo) sigue en clases y no quiere faltar, así que estamos en eso. Si Dios quiere, vamos para diciembre o marzo.
LG: ¿Qué le dices a la gente que te recuerda en el país?
T: Le doy gracias desde el fondo de mi alma, porque en los años que hice televisión en Bolivia siempre tuve ese respaldo de la gente, que me dio la opción de entrar y quedarme en su hogar. Viví un momento fantástico y la exigencia personal de decir: “Ok, mañana vamos a hacer un programa más lindo porque la gente merece nuestro respeto y cariño”.
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