Clara Rollins era una fotógrafa de 18 años que hacía una pasantía en un periódico del sudeste de los Estados Unidos cuando un editor de su sección le preguntó si alguna vez había tenido sexo.
Durante los dos años que estuvo en ese empleo, el hombre envió a Rollins –un apodo para proteger su identidad– una gran cantidad de mensajes en los que se le insinuaba, invitándola a su casa y preguntándole qué cosa estaba dispuesta a hacer por él.
El editor llegó a sugerir que "no conseguiría una recomendación de su parte para ninguna otra pasantía o futuro empleo" si ella no cedía, relata la ahora reportera de 23 años. "No sabía qué más hacer. Temía que si decía que no, eso significaría que no obtendría más artículos".
Después de rechazarlo en varias oportunidades, Rollins finalmente fue a su casa y sugirió que vieran una película. "Le dije que no quería perder el tiempo, que había cambiado de parecer", cuenta. Sin embargo, él respondió que ella no había ido hasta allí para mirar una película. Tras eso, la forzó a tener sexo oral, antes de que ella pudiera tomar su ropa y salir corriendo.
Rollins logró evitar volver a verlo hasta que dejó la pasantía para ir a la universidad. Actualmente, él continúa trabajando en el mismo periódico. Rollins es una de las 53 mujeres y dos hombres que se contactaron con Newsweek para contar sus experiencias de acosos y de abusos sexuales en empleos en el ámbito periodístico. Lucy Westcott, la periodista que escribe el artículo, cuenta que comenzó enviando a amigos y colegas un formulario de Google en busca de estas historias.
Y cuando se dio cuenta, estaba inundada de episodios sobre bromas inadecuadas, comentarios racistas, "toqueteos" indeseados y cosas peores; todo relatado por colegas, jefes y público en general.
"Como mujer y como periodista, no soy ajena al problema del acoso sexual. Tenía 22 años y trabajaba como pasante en una organización internacional de noticias en Washington DC cuando un periodista mayor y casado me invitó a un avistaje de estrellas en un campo en Virginia.
Como rechacé la invitación, me envió un email que decía: 'Espero poder contar con que eres una persona madura y no escuchar rumores locos en la oficina'. Ese mismo año, un fotógrafo mayor me relató la lesión de un futbolista conocido tocándome la pierna por debajo de la mesa en la que estábamos comiendo".
Como muchas de las mujeres que hablaron con Newsweek, Rollins dice que seguía culpándose a sí misma por lo sucedido. "No fue hasta que hice una consulta con mi terapeura que supe que había sido violada. La posibilidad de consentir lo sucedido nunca se cruzó por mi cabeza de 18 años", relata. Cinco años después, sigue siendo incapaz de cubrir historias que involucren violencia sexual, debido a un desorden postraumático.
"Eso también ha sido humillante. No porque mi jefe no lo acepte, sino porque cada vez que se presentan esas historias, tengo que explicar que no puedo hacerlo y contar por qué", cuenta. "Nadie quiere contarle ese tipo de historias a su jefe".
"Ivanka es una fuerte y poderosa mujer"
El acoso sexual en la industria de los medios de comunicación ha sido objeto de muchísimos titulares después de las acusaciones contra el ex CEO de Fox News Roger Ailes por parte de numerosos miembros del personal femenino, incluidas las figuras Megyn Kelly y Gretchen Carlson. Ailes se retiró de la cadena en julio por esas denuncias. A finales del mes pasado, Laurie Luhn, una ex empleada de Fox News, dijo a New York magazine que había sido acosada por Ailes durante más de dos décadas.
A principios de agosto, el candidato republicano a la Casa Blanca,Donald Trump, dijo que su hija Ivanka habría decidido "elegir otra carrera o irse a otra empresa" en caso de haber enfrentado acoso sexual en su trabajo. Más tarde, su hijo Eric intentó defender las muy cuestionadas declaraciones de su padre diciendo que "Ivanka es una mujer fuerte y poderosa; nunca se sometería ella misma" a ser víctima de acoso sexual.
El acoso sexual es definido por la Comisión de Igualdad de Oportunidades como "avances sexuales no deseados, pedidos de favores sexuales y otras conductas verbales o físicas de naturaleza sexual".
Por su puesto que hay que hacer distinciones: los comentarios sexistas casuales son muy diferentes de las violaciones. Un ataque sexual es definido como el contacto físico sin consentimiento y puede incluir violación, de acuerdo con la Red Nacional sobre Violación, Abuso e Incesto. Pero los comentarios sexuales, chistes e insinuaciones tampoco son aceptables y pueden hacer que un lugar de trabajo se vuelva un espacio insoportable.
Betsy West, una cineasta y profesora de periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York, dijo que, según su experiencia, el acoso sexual que involucra comentarios sexistas o sexuales es mucho más generalizado que el asalto, pero "esa atmósfera puede llevar a una situación en la que alguien más agresivo o más depredador puede aprovecharse de alguien".
Una rueda que chilla
Un estudio del año 2013 de la Fundación Internacional de la Mujer en los Medios arrojó que casi dos tercios de las mujeres periodistas han experimentado algún tipo de acoso o abuso relacionado con su trabajo. La encuesta sobre la que se elaboró ese estudio incluyó comportamientos que van desde el acoso verbal hasta actitudes más graves, como intimidaciones y violencia sexual y física.
La mayoría de las 822 mujeres encuestadas por la organización no denunció en su momento lo sucedido. La naturaleza siempre cambiante de la industria de los medios, incluida la falta de seguridad en el empleo, conduce de manera contundente a que sólo un pequeño número de mujeres cuenten lo sucedido a las autoridades, muchas veces por temor a las represalias, explica Elisa Lees Muñoz, directora ejecutiva de la organización.
Un reciente estudio de origen británico encontró, por su parte, que más de la mitad de las mujeres de una variedad de carreras que fueron encuestadas dijeron haber sufrido acoso sexual en el trabajo, lo que se eleva a un 63% entre las mujeres de 16 a 24 años.
"Esa percepción siempre ha estado ahí, siempre ha existido el temor a una reacción", dice Muñoz. "(La mujer) tiene miedo de decir algo, miedo de ser esa rueda que chilla, miedo de no conseguir los trabajos o de volver a las tareas en las que esto sucedió".
Recordando el tiempo que trabajó en un periódico de Washington DC nueve años atrás, Elizabeth –tampoco éste es su nombre real– recuerda haber intentado que su compañero de trabajo no fuera despedido después de lo ocurrido. Ella era una periodista de 23 años de edad; él era un asistente.
Se hicieron amigos, pero ella estaba en una relación y lo rechazó cuando él la invitó a salir. "Recuerdo lo sorprendido que estaba él cuando le dije que no, como si pensara que yo le había insinuado algo. Definitivamente estaba ofendido", dice ella. "Y recuerdo que yo me sentí mal".
Al tiempo, él comenzó a enviarle mensajes de texto todo el tiempo, y cambió su horario para que coincidiera con el de ella. También habló con ella sobre sus problemas de ansiedad y le dijo lo injusto que era que él no pudiera escribir y fuera sólo un asistente. Un día, volviendo a la oficina después de cubrir una reunión, Elizabeth se encontró a solas con él, una situación que había logrado evitar durante cinco meses.
"De inmediato vino a mi sector de la oficina. Mi escritorio estaba en una de las esquinas y el cruzó toda la redacción hasta allí. Estaba enojado:'¿Por qué eres tan perra conmigo?', 'Realmente me encadenaron aquí','Tú sabes que tengo problemas de ansiedad y decidiste joderme de todos modos'", recuerda Elizabeth que le dijo.
"En ese momento, él estaba literalmente empujándome contra la esquina. Yo le dije un par de veces: 'Tienes que dar un paso atrás'. Él me gritaba y me decía que 'estaríamos perfectamente juntos' y que realmente debíamos ser pareja. Se puso muy raro". Después de ese episodio, Elizabeth quedó profundamente conmocionada, por lo que comenzó a pasar más tiempo fuera de la oficina, perjudicando con eso su trabajo.
Elizabeth cuenta que actualmente sabe del hombre que le gritó porque éste la retuitea casi semanalmente. "Se siente tan peligroso (…) especialmente porque no sería extraño terminar trabajando juntos de nuevo", dice ella.
La mayoría de las mujeres que hablaron con la revista Newsweek dijeron que los acosos ocurrieron en los comienzos de su carrera de periodismo, cuando como jóvenes periodistas tenían hambre por conseguir su primer empleo y estaban menos propensas a reportar un incidente por temor a lo que podía suceder. Janille Miller, de 39 años, tenía poco más de veinte años cuando fue entrevistada para un trabajo de periodismo en la televisión. Después de una reunión con el director de noticias, éste la llevó a conocer al jefe. Miller cuenta que le pidieron que se pusiera de pie y diese una vuelta.
"Allí estaba yo, de pie delante del director de noticias y del jefe de noticias, ambos hombres. Me sentí humillada y disgustada con la forma en la que el jefe me miró de arriba abajo como si estuviera inspeccionando un pedazo de carne", cuenta a Newsweek.
"Yo sabía que lo que acababa de ocurrir no estaba bien", dice Miller, a quien le ofrecieron un trabajo y un contrato. "Me odié a mí misma por permitir que eso ocurriera", añade, pero optó por centrarse en haber conseguido el trabajo, "a pesar de que estaba nublada por sentimientos por la flagrante falta de respeto".
Enemigo público
Las mujeres periodistas no sólo tienen que preocuparse por los compañeros de trabajo o los jefes: la naturaleza misma del trabajo puede ponerlas en situaciones de riesgo. Morgan Spiehs era pasante y estaba haciendo una cobertura cuando fue manoseada en el bar Salty Dog en el sur de Nebraska por un hombre que la persiguió muy agresivamente. Estudiante de segundo año de la universidad en ese momento, ella estaba trabajando en una historia sobre cómo la propuesta del oleoducto Keystone XL afectaría a la localidad de Steele City, cerca de la frontera de Kansas.
"Hizo comentarios muy explícitos sobre mí. Hizo todo tipo de insinuaciones: 'mis hijos están lejos, hace poco estoy divorciado, no te arrepentirás de esto'", cuenta Spiehs, una fotógrafa de 23 años, a la revista Newsweek. "Recuerdo que entonces me sentí muy determinada a no dejar que algo como eso se interpusiera en mi camino para conseguir la foto. Eran las únicas personas en el bar, así que no pude distanciarme en el momento".
Se acercaba una tormenta, así que Spiehs dijo que tenía que ir a casa, y el hombre y un grupo de personas que estaban allí también se levantaron para irse. "Cuando se dio cuenta de que nada iba a suceder entre nosotros, me agarró el trasero con mucha fuerza durante dos o tres largos segundos, mientras me decía algo al oído", cuenta.
"Recuerdo haber pensado en el momento en que sucedió que no importa cuál sea tu trabajo, el hecho de tu vida es haber nacido mujer", dice Spiehs.
Los riesgos de informar en el extranjero
Mientras que en los Estados Unidos muchas empresas han incorporado distintas protecciones legales contra el acoso, muchas mujeres periodistas que trabajan en el extranjero no cuentan con los mismos recursos para protegerse de situaciones de ese tipo. Por otra parte, muchas periodistas realizan coberturas en países que suelen ser denunciados por cometer abusos contra la prensa y contra los derechos humanos, lo que puede ser especialmente peligroso para las mujeres.
En 2011, la periodista de CBS Lara Logan fue agredida sexualmente mientras cubría las protestas en la plaza Tahrir, en El Cairo. CBS tomó el caso seriamente y sacó a Logan de Egipto inmediatamente. Ella habló sobre el incidente en el programa 60 minutos en el año 2011 y Jeff Fager, el entonces presidente de CBS News, dijo que esperaba que se rompiera el "código de silencio" que rodea el riesgo de asalto sexualque enfrentan las mujeres periodistas que informan en el extranjero.
Amanda Mustard, de 26 años, es una reportera gráfica que vivió y trabajó en Egipto durante tres años. En Egipto, dice, ser periodista y mujer significaba una constante amenaza de violación. A ella la siguieron a su casa y la agredieron en múltiples ocasiones. "Solía caminar frecuentemente con una lata de Coca-Cola en la mano en caso de que tuviera que tirársela a alguien para defenderme", cuenta sobre su tiempo allí.
Mustard desarrolló una "respuesta fisiológica grave por temor a salir de la casa" y el estrés se volvió tan grave que tuvo un pequeño derrame cerebral conocido como un ataque isquémico transitorio. Incluso cuando estaba en el hospital que le recomendaron para los expatriados que vivían en Egipto, el médico coqueteó con ella y le dijo que se estaba "haciendo la tonta", a pesar de que el lado derecho de su cuerpo estaba entumecido y de que era incapaz de hablar.
"No sabes lo grave que ha sido"
Mustard dice que hay "una necesidad real de más campeonas femeninas" que hablen de sus experiencias sobre acoso sexual, para que las mujeres más jóvenes sepan que no van a ser culpadas o percibidas como débiles. "Los dos generaciones tenemos que trabajar más juntas", dice Mustard."No ayuda a nadie ni cambia nada fingir que esto no existe".
Leslie Bennetts, de 66 años, es una periodista con 45 años de carrera.En el tercer día de su primer trabajo en un periódico de Filadelfia, dice ella, estaba en el ascensor cuando un hombre le agarró los pechos y la "apretó contra la pared".
Ese hombre era el jefe editorial, y la respuesta de su propio jefe cuando ella contó lo sucedido fue: "Oh, ese hombre viejo y sucio". El acoso por parte de las fuentes también era constante, dice Bennetts. Si bien es un problema que tienen una larga existencia, el término "acoso sexual" no fue reconocido hasta hace unos 40 años, después de que los estudiantes de la Universidad de Cornell lo acuñaran en 1975.
A medida que las periodistas mujeres más jóvenes exigen más de sus homólogas experimentadas, Bennetts dice que necesitan entender "lo grave que esto ha sido. Si no han experimentado esto personalmente, no saben que existe".
Bennetts, sin embargo, es optimista. A pesar de las historias y lo que ha vivido como una mujer en el periodismo, tiene "una sensación de que el mundo está cambiando".
"Es hora de que las mujeres digamos que definitivamente no vamos a participar en estos sistemas. Estamos absolutamente decididas a luchar, a hacerlo público, hacer lo que hay que hacer", dice ella. "Para mi generación, se lo debemos a nuestras hijas".
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