Heidi es la suiza más universal. La niñita de Los Grisones nació en 1880 a través de la pluma de Johanna Spyri. Su paso por el tiempo no le ha hecho ganar ni una sola arruga. En el panteón de los grandes personajes helvéticos, Heidi se ubica largamente a la cabeza. Sí, es una figura que bien podría desplazar a Guillermo Tell porque es más conocida que el primero, al menos en el extranjero, y se mantiene como la mejor embajadora de Suiza en los cinco continentes.
De Europa a América pasando por Asia, no existe un solo país que no haya proyectado en sus pantallas grandes o pequeñas--, las alegrías y desgracias de esta pequeña huérfana helvética a la que su abuelo llevó a vivir a una cabaña de los pastos alpinos.
El cine, la televisión, el teatro, los comics, Internet, e incluso el comercio y la política han retomado y reciclado esta legendaria figura de la literatura infantil que vio la luz en 1880 gracias a la pluma de la escritora suiza-alemana Johanna Spyri. Y tras su nacimiento en el siglo XIX, el entusiasmo por la apasionante heroína de Los Grisones jamás ha mermado. Su historia, no obstante, poco se parece a un cuento de hadas, pese a lo cual su éxito se ha mantenido vigente.
¿Qué lo suscita? Ante esta pregunta, Jean-Michel Wissmer, profesor de Ginebra, intenta responder a través del contenido del libro “Heidi: Investigación sobre un mito suizo que ha conquistado al mundo”, publicado por la editorial Métropolis. Para él, esa conquista se debe parcialmente a la reflexión sobre la naturaleza que propone la novela de Johanna Spyri.
“Si Heidi sigue estando tan de moda es porque, de forma anticipada, demostró una sensibilidad ecológica que hoy coincide con el discurso sanitario tan en boga. En la actualidad, todo mundo intenta ‘vendernos’ la montaña como un sitio en donde el aire es más puro, las flores son más bellas y el sol resulta más radiante”, confía Jean-Michel Wissmer.
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