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miércoles, agosto 22, 2012
En Bolivia están desamparados sin una ley de acceso a la información
Es editor de la sección País del periódico Clarín de Argentina, especialista en casos de corrupción y exmiembro del equipo que investigó el caso del tráfico argentino de armas a Ecuador y Croacia que llevó a prisión al expresidente Carlos Saúl Menem durante seis meses. Dictó en Santa Cruz el Taller de Periodismo: Nuevas técnicas para investigar la corrupción, para hablar sobre el tema y enseñar habilidades de tratamiento de la información a una veintena de periodistas.
— ¿Cuál es su diagnóstico del periodismo de investigación en Latinoamérica?
— No existe una corriente de periodismo fuerte como en Estados Unidos o Europa, donde en los últimos cuatro o cinco años un pequeño ejército de periodistas locos está empujando la investigación.
— ¿Qué pasa con Bolivia, conoce los productos que se están elaborando en esta área?
— Basándome en lo que dice Renán (Estenssoro, director de la Fundación para el Periodismo), falta capacitación y que se estructuren equipos permanentes, porque, excepto donde están ustedes (Informe La Razón), los productos salen por esfuerzo y voluntad propia del periodista, que además carga con el trabajo diario.
— ¿Cómo se puede subsanar esa situación?
— Primero, con mayor capacitación; segundo, hay que reclamar una ley para que la información sea pública. Sé que en Bolivia no existe (una ley de acceso a la información pública), pero en Argentina hay un decreto para que los periodistas puedan acceder a los documentos públicos. El acceso a la información es un instrumento de transparencia importante, y cada ministro de Transparencia debe encargarse de que funcione una ley de este tipo, como las que existen en Brasil o México; en cumplimiento de uno de los artículos de la Ley de Lucha contra la Corrupción que une a todos los países de la OEA (Organización de Estados Americanos).
— ¿La ley respaldaría las denuncias que la mayoría de las veces no tienen repercusión?
— Sí, serían instrumentos que podrían ser utilizados como pruebas que avalen las investigaciones. Hemos visto que ustedes solamente pueden acceder al valor total de una central de riesgos, pero no al contenido, siendo que estos mecanismos se hicieron con la idea de que exista control social; es decir, que uno sepa con cuánta plata entró un diputado a un congreso y con cuánta salió. En Bolivia, todos los funcionarios deberían presentar anualmente una declaración jurada de bienes y debe ser de carácter público.
— ¿Cómo se hace una buena investigación?
— Depende del manejo de fuentes o si éstas son anónimas. No es ningún secreto que cuando ventilas varias puertas tienes más oportunidad de llegar a una investigación exitosa. La clave es tomar contacto con la gente y salir a la calle.
— ¿Hasta dónde es ético tomar contacto con la gente haciéndose pasar por otra persona?
— La técnica de suplantación de personalidad o de infiltración puede ser utilizada mientras uno no mienta. Lo más grave sería citar las declaraciones de una persona que las hizo a un desconocido o a un cliente. Si vas a citar a alguien con nombre y apellido, tienes que decir: yo soy periodista de La Razón, ¿me autoriza que lo cite? En otras circunstancias, uno lo puede hacer para comprobar que realmente lo que dice una empresa o una institución es verdad.
— En las instituciones existe mucha burocracia en el momento de pedir información, ¿qué se puede hacer para conseguirla rápidamente?
— En Bolivia están desamparados, el Gobierno usa en forma discrecional esa información, incluso documentos clasificados que no le pertenecen, porque son de los ciudadanos. Ese desamparo se va a perder cuando tengan un decreto o una ley que obligue al funcionario a brindar información, que no es un acto divino o de gracia ni que nos hacen un favor.
— ¿Cuándo se usa esa discrecionalidad?
— Para castigar al periodista; “cuando me critica, no le doy información” y “si me apoya, le doy la primicia”. Ése es un uso incorrecto de la información, que es de carácter público y debe ser suministrada a todos por igual de parte del gobierno de turno.
— ¿Qué pasa cuando la información no es clara, no coinciden los datos o es irregular?
— Para tener una información pública se tiene que tener un archivo público; en la mayoría de los países no hay y están todos los documentos amontonados, tirados o mojados por la humedad. También tiene que haber un funcionario especializado que se dedique a informar dónde está la información y cómo encontrarla rápidamente. Asimismo tiene que haber una cultura de saber que todos los documentos públicos son importantes para reconstruir la historia de nuestros países; no sólo con los periodistas, sino con los historiadores que dentro de diez años van a poder reconstruir, por ejemplo, qué pasó en el gobierno de Evo (Morales).
— ¿Qué valor le dan a estos documentos en otros países?
— A los europeos les interesa mucho. ¿Sabes dónde están los documentos de la década de los 50 de la guerrillas de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)? Los tiene la Universidad Stanford (California). Las universidades extranjeras se dedican a comprar documentos originales; ilustran mejor que los libros.
— ¿Qué es lo que le falta al periodista de investigación?
— La mejor base de datos no reemplaza una fuente con la que llegamos a tener una relación profesional y nos da datos confiables.
— ¿Cómo se consigue eso?
— Se logra con el tiempo, siendo un periodista confiable, que no rompe el off de record (reserva total de identidad) y no se vende; para que en el momento en el que las necesites accedan a darte la información o te llamen.
— ¿Cuál es el reconocimiento más grande que recibió?
— Aparte de un premio de Gabriel García Márquez o del Rey de España, yo creo que me pone muy feliz cuando un lector común que leyó mi libro o mi nota me dice “es cierto lo que dijo” o un “siga adelante”. Así, el principal objetivo de la comunicación se cumple, porque estás poniendo la verdad a disposición de miles de personas, no sólo de una minoría privilegiada que tiene el gobierno dentro de las empresas.
Perfil
Nombre: Daniel Santoro
Nació: 4-12-1958 (Avellaneda, Argentina)
Profesión: Periodista
Cargo: Editor de Clarín
Una vida dedicada a investigar
Se inició como periodista en el periódico La Palabra. Es docente de las materias Técnicas del Periodismo de Investigación y de la maestría de Clarín de la Universidad de Belgrano de Buenos Aires (Argentina), y de talleres de su especialidad en la Fundación Nuevo Periodismo Americano, que dirige Gabriel García Márquez. Es autor de los libros Técnica de Investigación, Venta de armas, hombres de Menem, Los intocables, los verdaderos, El Hacedor, biografía no autorizada de Domingo Cavallo y Operación Cóndor II, la historia secreta del misil que desmanteló Menem.
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