Pedro Rivero Mercado dirige el diario EL DEBER hace 48 años. Ha visto pasar a 23 presidentes de Bolivia. Sereno, firme, habla de su pasión.
¿Cuál ha sido el escollo más difícil que le ha tocado sortear?
Es muy difícil precisar, pero en épocas en las que no había respeto a la libertad de expresión, las dificultades eran cotidianas y solían ser hasta violentas, pero poco las sufrí porque a pesar de ser un periódico combativo, sabíamos guardar las apariencias y sortear los compromisos riesgosos que pudieran determinar el cierre de una empresita tan pequeña. Los periódicos en esa época eran vapuleados con frecuencia.
¿Cómo definiría la línea editorial del diario EL DEBER?
Nuestra línea siempre estuvo identificada con la defensa intransigente de la región. Nosotros estábamos en el lado más zarandeado porque de forma directa o mal disimulada defendíamos siempre la libertad de expresión y todo lo que es ahora una institucionalidad al servicio del periodismo. Más que definirnos por uno u otro sector, nuestra opción no era la de ser opositores recalcitrantes, ni tampoco de ser tolerantes con los que trataban de conducirnos por donde ellos querían. Ganamos la preferencia de los lectores porque teníamos la capacidad de improvisar para salvar vacíos profundos con respecto a los medios del interior, que ya se hacían con tecnología moderna. Era un trabajo muy duro y peligroso a la vez, y lo que había que hacer era mantenerse nomás y eso fue lo que adoptamos nosotros, sin retroceder y no sé por qué nos respetaron, será porque no teníamos más alcance que el regional, o no sé, no me puedo explicar por qué sería ese cierto respeto que nos guardaban. La independencia es fundamental para mí. No he querido que EL DEBER sea fruto de mi capricho, de mi pensamiento. No lo creé el periódico para que me defienda, ni para identificarlo con mi postura personal.
Se están cerrando diarios en todo el mundo, y algunos pronostican que el avance de la tecnología y las tendencias traerán el fin de los medios impresos. ¿Qué opina al respecto?
El periódico siempre va a tener un espacio por más que hayan otros medios que estén al día con el acontecer mundial. Tendrá su espacio porque es barato, y además es manejado, en buen porcentaje, por gente que sabe y es consciente de que tiene un medio en un mundo donde es difícil ubicarse. Por eso el público continúa brindándonos su apoyo, no solo comprándolo, sino también sosteniéndolo con avisos.
¿Cuáles son los desafíos de esta empresa periodística?
Tenemos una posición consolidada. No se me ha ocurrido otra alternativa, no creo que sea yo quien le dé la orientación que los tiempos exigen y mis hijos serán los que lo hagan para que EL DEBER siga siendo un medio al servicio del bien común.
¿Y si hace un ejercicio de autocrítica?
Han habido casos diversos que nos han preocupado y los hemos expuesto y enmendado. Nos ha tocado lidiar con errores de gente nuestra, hemos buscado responsables entre los que tienen que ver con el manejo de las informaciones y los líderes del pueblo que a veces quieren que los periódicos sean sus medios de expresión, así tengan opiniones contrarias al periodismo tal como se lo ha practicado en esta casa. En el fondo, no he hecho nada que no sea asumir mi derecho a defenderme legítimamente exponiendo mis puntos de vista y aclarando mis posiciones.
¿Quiénes son esos líderes del pueblo, cuáles son las élites?
Tal vez yo esté incluso catalogado en una de esas élites. Siempre es así, al que de la nada trabaja y se hace de patrimonio y se gana el respeto o porque supo dar la cara siempre. No sé si eso bastó para que EL DEBER no dejara de salir a las calles. Soy un apasionado de la cruceñidad y hay un cambio perceptible en el cruceñismo. Ya no es ese cruceñismo tan firme, intraficable de otros tiempos no muy distantes, pero estimo que prevalece en todo sentido la honradez del cruceño para asumir cambios en el deseo de servir mejor.
¿Alguna vez estuvo tentado a tener socios políticos?
Alguna vez, directa o indirectamente, me quisieron comprometer, y estuve tentado en razón de procurar la seguridad para mi medio de vida y de mi familia, pero nunca llegué a ceder, a dar un cambio de rumbo, jamás ni nunca se me ocurrió cambiar el norte según las circunstancias políticas o económicas del país. Así ha crecido este periódico, sin haber comprometido la línea de principios.
En los años que usted ha estado como director han pasado 23 presidentes, ¿Cómo ha sobrellevado esta situación?
EL DEBER ha actuado de tal manera de que los que no nos aprecian tanto, nos respetan. Nos temen sin que nosotros seamos peleadores, unos gallitos de riña, pero nunca hemos bajado la guardia cuando nos han citado en las peores situaciones. Siempre hemos estado en el puesto de combate, con halagos, con amenazas, que más bien me han fortalecido.
La redacción de EL DEBER tiene a muchos jóvenes, ¿qué espera de ellos?
Que adopten una posición y sean consecuentes con esa posición, no para granjearse situaciones de beneficio personal, sino para servir mejor a la región y a los principios fundamentales del periodismo.
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