“El raciocinio todavía funciona, pero la memoria se me ha ido en los últimos dos años poco a poco, todo se me olvida y es muy molestoso”, confiesa Luis Ramiro Beltrán, a sus 83 años de edad.
Sin embargo, su memoria guarda intactos no sólo los mejores momentos de su juventud y de su amplia trayectoria en el campo de la comunicación social, sino también los detalles de cada uno de los adornos, recuerdos y fotografías que ocupan el largo estante del pasillo de su acogedor departamento. No es difícil permanecer durante horas en su compañía y escuchar sin aburrimiento las historias y anécdotas que narra con amenidad y lucidez. Beltrán cuenta -como no podía ser de otra manera- con todos los atributos de un buen comunicador.
Luis Ramiro Beltrán nació en Oruro en 1930; perdió a su padre, Luis Humberto Beltrán, durante la Guerra del Chaco cuando apenas contaba con tres años de edad. A partir de entonces su madre, Bethsabé Salmón de Beltrán -cariñosamente llamada Becha-, asumió con sacrificios, pero con firmeza, la responsabilidad de sacar adelante a sus dos hijos, Luis Ramiro y Óscar Marcel. “Sólo en 1937, cuando mi hermano y yo habíamos crecido como para entrar a la escuela primaria, pudimos entender realmente lo que nos había pasado cuatro años atrás”, cuenta el propio Luis Ramiro Beltrán en su libro de memorias publicado en 2010 con el título de Mis primeros 25 años.
Aunque de niño decía que quería ser “nuncio apostólico y mozo de hotel”, su madre supo orientarlo desde temprana edad por el camino de la comunicación, área en la que obtuvo un doctorado en 1972 por la Universidad del Estado de Michigan (EEUU) y de la que fue designado Ex Alumno Sobresaliente diez años después. En 1984, la Universidad Católica Boliviana San Pablo y la Universidad Técnica de Oruro le confirieron el doctorado honoris causa por sus brillantes aportes académicos en comunicación.
Fielmente acompañado por su esposa, Nora Olaya, y desde hace algún tiempo apoyado en un bastón, Luis Ramiro Beltrán recorre las calles de la zona de San Jorge de la ciudad de La Paz con pasos cortos y apresurados. En su hogar, sin embargo, se moviliza con mayor libertad y durante la entrevista que nos concedió fue difícil que se mantuviera sentado por largo rato, pues tiene muchos recuerdos que mostrar y compartir.
Comunicación horizontal
“Ya no estoy debidamente facultado para improvisar una apreciación sobre la situación de la comunicación en el país”, se excusa el único comunicador boliviano que obtuvo en 1983 el Premio Mundial McLuhan – Teleglobe Canadá de comunicación.
Se trata de uno de los principales comunicólogos bolivianos que se ha ocupado de teorizar sobre la llamada comunicación horizontal. Considerado como uno de los principales críticos de la conceptualización tradicional de la comunicación y su esquema aristotélico - locutor, discurso y oyente-, Beltrán desarrolló un modelo de comunicación horizontal entendido como un “proceso de interacción social y democrática” en el que son condiciones imprescindibles el diálogo y la participación.
Pese a su retiro académico, Beltrán continúa vigente en las letras nacionales y presentará un nuevo libro este 4 de abril, a horas 19:00, en el Palacio de las Comunicaciones. El texto, que lleva por título Democracia y comunicación, ha sido auspiciado y publicado por el Tribunal Supremo Electoral, organismo del que él fuera presidente por 14 meses entre 2001 y 2002.
Se trata de una compilación de los principales aportes realizados por Beltrán a la comunicación nacional en el campo de la democracia. “Este libro le da una idea de mis labores antiguas y recientes en este campo (de la comunicación), dentro y fuera del país. Tiene más agilidad que profundidad, es un libro valioso”, dice Beltrán al referirse a dicha publicación. La iniciativa de esta publicación partió del comunicador orureño Juan Enrique Miralles, quien compiló la obra por encargo de Beltrán. También aclara que si bien desempeñó labores como presidente de la Corte Nacional Electoral, la designación fue sorpresiva e inesperada. “Contacto político no he tenido, no tengo y no tendré en el poco tiempo de vida que me queda. Nunca he tenido pertenencia política, nunca he estado a favor ni en contra de ningún partido”, agrega.
Un iPad
Beltrán se bate todavía con una máquina de escribir y afirma que no usa teléfono celular porque seguramente “perdería tres por semana”; sin embargo, le gustaría comprarse una tableta (iPad) porque considera que es un aparato útil e interesante. Actualmente se dedica a escribir textos de agradecimiento, algunas cartas formales y otras dirigidas a viejas amistades.
Las reliquias que cuidadosamente guarda de su padre, quien murió en la Guerra del Chaco, permanecen intactas bajo el cristal que las cubre en un pequeño maletín de cuero negro. No ahorra comentarios para hacernos conocer los detalles de ese deceso en batalla y sobre la promesa que cumpliera su madre siete años después, al recuperar sus restos y enterrarlos en su tierra natal.
Aunque muchos de los reconocimientos que ha recibido a lo largo de su carrera se encuentran cobijados en la Universidad Católica Boliviana San Pablo, su “universidad favorita” como dice él, guarda en su casa, con especial cuidado, los diplomas y cartas de agradecimiento y de felicitación que le fueron otorgados por su meritoria e incansable labor a favor de la comunicación nacional e internacional.
En una de las paredes de la pequeña sala en la que realizamos esta entrevista, que finalmente se convirtió en una amena charla, pende una llamativa obra del pintor Raúl Lara, pero el lugar central lo ocupa una foto bastante grande de doña Becha, la progenitora de Luis Ramiro y la mujer que impulsó vivamente todos sus pasos durante los inicios de su productiva vida profesional.
“Mi santa madre y mi bendita mujer -Norita- son las dos mujeres que han hecho mi vida. A ellas les debo todo lo mejor”, admite Beltrán y continúa: “Mi vida ha sido muy feliz y productiva y les debo eso, toda la primera parte de mi vida a mi santa madre y toda la segunda a mi bendita esposa”, reitera y consulta con razón: “Así que dígame usted, ¿cómo no voy a ser un fanático admirador de las mujeres luchadoras?”.
Así concluyó la larga conversación con uno de los comunicólogos bolivianos más importantes del siglo XX, un “achachi” -como él mismo se autonombra- que en sus mejores tiempos fue experto bailarín de bolero, mambo y cha-cha-chá, y gran amigo del cantante y compositor de boleros de origen orureño Raúl Shaw Moreno.
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