El periodista Pablo Peralta Miranda ganó el Premio Prensa 2013 de la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP) con el trabajo "La comunicación fue un factor que ayudó a frustrar el operativo” (en Chaparina, 2011).
El reportaje fue publicado el 25 de septiembre de 2013 en la edición de un suplemento especial denominado Chaparina del diario Página Siete.
Es la primera vez que el rotativo paceño, fundado el 24 de abril de 2010, gana el mayor galardón periodístico a nivel nacional. Junto a Peralta también fueron merecedores de premios otorgados por la APLP los siguientes periodistas de este diario: Mario Castro, columnista del suplemento Ideas, fue elegido como Premio Nacional de Periodismo 2013; Amancaya Finkel recibirá una mención honrosa en la categoría prensa por el reportaje "La cabo Segales contra el clan de trata”, al igual que María Galindo, una de las columnistas, Jhovanny Ubaldo Ojeda, colaborador, y el equipo de prensa del diario Página Siete por la defensa de la libertad de expresión.
La nota ganadora de Peralta hace referencia a la violenta intervención policial a la marcha indígena del TIPNIS el 25 de septiembre de 2010, en Chaparina. Entonces, los indígenas marchaban hacia La Paz para pedir al Gobierno de Evo Morales que no construya una carretera por el corazón del parque Isiboro Sécure, pues hay el peligro de abrir las puertas de la reserva natural al cultivo clandestino de la coca y en consecuencia al narcotráfico.
La intervención policial no prosperó, pues tras conocerse que el grupo de marchistas era subido por la fuerza a buses contratados por el Gobierno, la gente se comunicó por teléfonos celulares en las poblaciones benianas de San Borja y Rurrenabaque para impedir que los motorizados, con los indígenas a bordo, crucen ambos pueblos. Sin embargo, la golpiza que propinaron los policías a los marchistas, entre ellos mujeres embarazadas y niños, no pudo ser evitada.
La comunicación fue un factor que ayudó a frustrar el operativo
La comunicación a través del celular contribuyó a que muchas personas que viven en San Borja se anoticiaran de lo sucedido y se movilizaran contra el operativo que desplegó la Policía.
"Estamos presos”. Éste fue uno de los mensajes de texto que Víctor Hugo Párraga logró enviar a través de su teléfono celular desde el bus en que había sido retenido junto con los marchistas del TIPNIS, luego de la intervención policial en Chaparina hace dos años, es decir el 25 de septiembre de 2011.Los policías no le habían detectado que llevaba un celular. Logró comunicarse vía mensajes de texto con su familia, los cívicos y las "damas voluntarias borjanas”, dando alerta sobre la situación.
Y es que la comunicación fue uno de los factores que ayudó a frustrar la intervención que se desplegó contra la caravana, elemento que se vio reforzado además con los reportes de los medios de difusión masiva.
Cuando ocurrió el operativo, en el lugar también se encontraba la enfermera Miriam Chávez, quien ante la acción policial se escapó hacia el monte. Llamó desde ese lugar al Hospital de San Borja, de donde la habían enviado junto a un médico, justo ese día, para brindar asistencia.
"Me han mandado a la guerra”, "vengan a ayudarme”, "manden ambulancia”, fueron las palabras que profirió a sus superiores. Desde el hospital enviaron dos ambulancias a rescatarla y a socorrer a los eventuales heridos.
Desde el bus en que se encontraba, Párraga enviaba mensajes como "estoy bien”, "estoy amarrado”, "vamos en buses”, "voy a San Borja”, "avisen”. No había margen para ser más explícito.
Párraga -entonces presidente del Comité Cívico de San Borja- se trasladó ese día a Chaparina (a unos 35 minutos de San Borja) a repartir los víveres y un novillo que se había recolectado para la marcha en su municipio.
"Justamente yo hacía entrega de esos víveres, cuando de inmediato vi la tropa policial. Al ver que éstos destruían los víveres, les increpé. Me agarran y me identifican como instigador. Me tendieron al piso, un poco más y me pisotean y me ponen la cinta masquin”, relata la víctima.
Conocida la situación por los reportes de su presidente, en San Borja los cívicos se movilizaron. La noticia se esparció por el "boca a boca”, se tocaron las campanas, los medios informaron, salieron los jóvenes... todos ellos se trasladaron al camino para bloquear la vía hacia Trinidad (Beni), por donde se estimaba pasarían los buses con los indígenas.
Había dos razones de peso para que muchos ciudadanos borjanos reaccionaran como lo hicieron, dice Párraga: la marcha que muchos recibieron el 1 de septiembre de forma afectuosa, brindando víveres y otros insumos, había sido reprimida y que entre los "cargados” también estaba el principal líder cívico de esa localidad.
Lorgia García, otra vecina de la zona, afirma que se enteró del hecho cuando fue a comprar ingredientes para hacer una torta para el día siguiente.
Una conocida le avisó de los incidentes en la marcha. De inmediato fue a su casa y sacó dos banderas, una de Bolivia y la otra de Beni, y se fue al punto del bloqueo, ahí se quedó hasta que amaneció.
"Nos fuimos junto a un grupo de señoras y taxistas. Comenzamos allá el bloqueo, en la circunvalación, para que no pase, porque ya nos habían avisado que venía la flota llevándoselos a los indígenas presos y a nuestro presidente”.
En el hospital de San Borja, anoticiados por la enfermera Chávez, a las seis de la tarde, el personal médico envió dos ambulancias. En el trayecto, el ahora administrador de ese centro de atención médica, Johnny Santos, vio pasar dos flotas que llevaban a los marchistas detenidos rumbo a San Borja.
Tras recoger a la enfermera Chávez, también se enteró que el médico que iba con ella, Alejandro Tintaya, había sido "cargado” a los buses junto a los originarios. "Entonces, nosotros llamamos a San Borja comunicando eso”, dice.
Esa noche, sólo lograron socorrer a un herido por lesiones, la mayoría había sido trasladada a Yucumo (a ocho minutos del epicentro del hecho).
Una ambulancia se quedó en la noche porque "la gente por el temor no salía del monte”, recuerda ahora el administrador.
Cuando los buses retornaron por la misma vía, debido al bloqueo en San Borja, los líderes cívicos se comunicaron con Párraga para preguntarle a dónde se dirigían. Cuando las movilidades atravesaban Yucumo, éste se dio cuenta de la ruta y respondió: "Vamos a Rurre (Rurrenabaque)”.
Entonces, los activistas llamaron a sus colegas de los municipios vecinos. Israel Rea, quien ahora es el presidente del Comité Cívico de San Borja sostiene: "Por la comunicación rápida que hubo acá pudimos reaccionar, porque se comunicó a Reyes y a Rurrenabaque. Si no hubiera habido eso, hubiéramos estado totalmente aislados”.
Fue en Rurrenabaque donde finalmente se liberó a los indígenas y fracasó el operativo para dispersar la VIII marcha; entonces los originarios fortalecidos por la resistencia de las organizaciones sociales decidieron retomar la caminata hacia la ciudad de La Paz desde el municipio de San Borja.
El 1 de septiembre la marcha había llegado a San Borja, donde pese a existir dos posiciones respecto a esta movilización, prevaleció la que estaba a favor de los originarios. Durante su estadía, los marchistas se alojaron en inmediaciones del politécnico de la Universidad Autónoma del Beni y en el centro católico Emaus. Lo que más hubo, recuerdan los consultados, fue la solidaridad para con ellos.
Pablo Peralta
San Borja
"Por la comunicación rápida que hubo acá pudimos reaccionar, porque se comunicó a Reyes y a Rurrenabaque. Si no hubiera habido eso, hubiéramos estado totalmente aislados”.
La zona ganadera que se conoce más por la intervención
A dos años del hecho, en Chaparina aún hay pesar
Pablo Peralta / Chaparina
San Miguel de Chaparina es un lugar donde hay varias estancias ganaderas. Quien se para en medio de la carretera que une a San Borja y Yucumo, donde se encuentra esta zona, puede vislumbrar a los lados inmensos campos verdes, la mayoría destinada a esa actividad.Paradójicamente de este lado del país, el lugar no es conocido tanto por la cría de cabezas de ganado, sino porque ahí ocurrió la intervención contra la marcha del TIPNIS, el pasado 25 de septiembre de 2011.
Por eso es que para conocer la incidencia de esos hechos en esa región, una de las consultas obligadas a la gente de este sitio es ¿cómo recuerdan aquel día?
"Tengo esa sensación de que los han tratado muy mal y esa sensación de no atenderlos bien a ellos. No me siento muy bien, con todos los abusos que les han hecho (a los marchistas)”, comenta Jesús Ortiz.
Esta persona menciona un dato poco conocido: que algunos niños que vieron el operativo quedaron afectados "por ver cómo les han abusado a los niños, cómo aparecían los niños por ahí correteados”.
La vía que lleva al lugar es de tierra e intransitable a pie, entre horas en que el sol está pleno . Para buscar a algún vecino de las muchas estancias que hay se debe caminar largos trechos.
A principios de 2011, Pedro Chau junto a su familia se mudó a trabajar a Chaparina, a un aserradero. Se entristece al recordar el día de la intervención. "Hemos visto cómo masacraron a esa pobre gente”, relata.
Pero también entre los lugareños hay quienes aseguran que no estuvieron presentes "justo” ese día. En un recorrido realizado por este periodista y el fotógrafo, al menos tres personas mencionaron el mismo argumento.
No obstante, también hay quienes piensan que la marcha indígena "sólo llegó a perjudicar”. Doña Julia tiene ese concepto. "Para comprar víveres, gasolina necesitamos siempre aquí, y no nos dejaban pasar, ni moto no dejaban pasar”, afirma,
Cuando ocurrió los hechos, esta vecina no salió de su parcela por temor. Y cuando terminó todo sostiene que sintió alivio.
En algo que sí coinciden los consultados es que desde entonces Chaparina no cambió. Ponciano Asunduaga, un trabajador del lugar, sostiene: "Lo mismo nomás es. No hay nada malo aquí ni bueno. Sigue siendo lo mismo”.
Testimonios
Liliana RuizTrabaja en Chaparina
Ese día me fui del lugar media hora antes del hecho
Ese día con una amiga fuimos a vender refrescos al lugar donde estaba la marcha. Cuando nos fuimos, no pasó ni media hora y pasaron los policías, agarraron a la gente, a los niños y los metieron adentro.
Es lamentable lo que ha sucedido. No sé qué hubiera pasado si seguía ahí. ¿Dónde me hubieran llevado? Fue una tristeza bien grande que nadie se va a olvidar así nomás esto.
Israel Rea Cívico de San Borja Fue una reacción espontánea de muchos borjanos
Fue una reacción espontánea de muchos ciudadanos, jóvenes y mototaxistas. Se acudió a cortarle el paso a la caravana. Ahí me pidieron que cooperara.
Hubo una gasificación, resistimos y los policías se retiraron. Entonces aparecieron algunos prisioneros. Subí a tres señoras a mi auto para llevarlas a un alojamiento, una de ellas tenía un bebé. Le dije que no llorara. La otra me dijo que ese niño no era de ella, sino que sus hijos quedaron en el monte.
Lorgia García Vecina de San Borja
Se cavó zanjas de unos seis metros para evitar el paso
Se comenzó a cavar zanjas para que no pasen con los indígenas. Ahí intervino toda la juventud borjana y la gente comenzó a tocar las campañas y todo para salvar.
Llegaron a unos seis metros de zanja. Esperando para intervenir, las flotas no esperaron, se dieron media vuelta y se fueron a Rurre. Espero que se haga justicia por los indígenas y por los niñitos.
"Yo repetía soy médico, no les importó”
Alejandro Tintaya cuenta que fue comisionado por autoridades del Hospital de San Borja para prestar asistencia a los marchistas del TIPNIS. El día en que se trasladó al lugar, junto con una enfermera, ocurrió la intervención policial. Esa jornada, recuerda, llegaron a Chaparina a las 11:00 de la mañana y tras instalarse, comenzaron la atención médica. En la tarde, aproximadamente a las cinco, sucedió lo inesperado. "Los policías vinieron como una tropa de ganado atropellando gente”, rememora.
Asustado, comenta, le dijo a la enfermera que se escapara. Él afirma que les repitió a los policías: "Soy médico, soy médico”, pero afirma que "no les importó”.
Recuerda que lo agarraron a culatazos entre tres policías, que lo redujeron y lo enmanillaron. Cuenta además que llevaba, entonces, una cámara fotográfica para documentar su trabajo, pero por ello los efectivos lo acusaron de ser "espía”, lo que generó que "con más ganas” le golpearan.
Ya en Yucumo logró comunicarse con el hospital y desde ahí hicieron las gestiones para que lo liberaran. Al final, después de las súplicas de un colega suyo, quedó libre, pero las consecuencias aún le afectan.
Sostiene que durante seis meses sufrió un trauma psicológico: "veía a un policía, quería escapar”, y aún sufre convulsiones de por vida.
Además, perdió su trabajo. Este año pudo volver a una fuente de empleo cuando asumió como gobernador de Beni Carmelo Lens.
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