El estreno de Viva la mañana (VLM) nos dejó con ganas de ver cosas innovadoras. En la época de oro de ATB, el estreno de un programa estelar era todo un acontecimiento, eran los tiempos del recordado Estudio Abierto. VLM es un aporte a la producción nacional. El programa ómnibus tiene cerca de 13 sectores con altibajos en su ritmo para tres horas, pero en general apuestan por la transmisión de hechos mediante contactos directos combinando con alguna dosis de entretenimiento. Tiene dos sectores novedosos, como la República de los niños y el Whatsappito, todavía con una gráfica rústica pero una simpática animación.
La escenografía es gigante, con un estilo donde predomina lo tradicional sobre lo moderno. La conducción, desde tres ciudades, no tiene a grandes estrellas, sino talentos que vienen de otros programas de ATB. A Gisele Ayub y Davinia Fernández todavía les cuesta presentar noticias. Roberto Perrogón quiere lucirse en el grupo y Claudia Arce repite su rol de informativista.
Ninoska Crespo muestra chispazos de su potencial como animadora multifacética. Leonel Fransezze trata de caer simpático, incluso con chistes sin picardía. Maywua Jáuregui es la dulce Señorita Temperatura. VLM tiene un grupo joven de reporteros, entre novatos y experimentados. Los puntos altos son el contacto con el lugar donde ocurre un hecho o personajes poco vistos en pantalla chica como las cholitas bailarinas y cantantes.
Los tiempos muertos son la bajada de las gradas y presentaciones alargadas innecesariamente. Con Viva la mañana, ATB Santa Cruz ha perdido protagonismo estelar en red nacional
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