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sábado, julio 16, 2016
Ginna Morelo: “No hay barreras para pensar en periodismo”
Ginna Morelo es colombiana y acaba de ganar la versión 2016 del Premio Ortega y Gasset de Periodismo, uno de los más prestigiosos del rubro, con una investigación conjunta con colegas mexicanos de El Universal, sobre los desaparecidos en Colombia y en México. Apasionada hasta la médula, con un espíritu combativo que hace que se siga creyendo que el periodismo es el mejor oficio del mundo, Ginna concede a OH! esta entrevista en un receso del taller “Datos que Cambian Entornos”, organizado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) y la Fundación Vida Silvestre de Argentina (FVSA), en Buenos Aires, y que fue facilitado por Ginna, quien es hoy jefa de la Unidad de Datos del periódico El Tiempo.
OH!: Háblame un poco del reportaje ganador del premio. ¿Qué te impulsó a trabajar el tema?
Es el resultado de una investigación que hicimos de las desapariciones forzadas en Colombia y México. Lo que me impulsó a pensar en algo así fue que desde el año 2010 estaba viajando a México para formar periodistas que trabajan en organizaciones no gubernamentales, en medios alternativos, con muchas dificultades. Empecé a conocer toda esta realidad mexicana que se parece mucho a la colombiana y me preguntaba qué tanto se había colombianizado la situación mexicana y viceversa, porque en Colombia tenemos cárteles con conexiones fuertes con mexicanos. Esta pregunta fue lo que me impulsó a pensar en la posibilidad de hacer un trabajo binacional y el detonante es Iguala, con los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, porque además yo estaba en el país cuando desaparecieron los chicos y eso para mí fue como un mensaje para apurar lo que ya venía trabajando.
Es un trabajo de periodismo de datos profundo, e intenta relatar, desde los patrones detectados, la realidad de la desaparición forzada en esos países. Nosotros hicimos un seguimiento de las bases de datos de la desaparición en Colombia y revisamos más de 50 años de datos sobre la desaparición a nivel general, por todas las causas posibles; en México revisamos sólo seis años de datos que es lo único que tienen y que básicamente se han concentrado en lo que es desaparición forzada. Ahí empezamos a mirar las coincidencias sobre las diferentes formas de desaparición, en la manera de esconder cuerpos, los modos de matar, la información de víctimas y cómo las víctimas en ambos países enfrentan las realidades. Fue una serie de preguntas que fuimos ejemplificando con historias particulares, en total seis historias muy puntuales, amparadas en un escenario de datos bastante mayúsculo, con artículos introductorios de periodismo, de la experiencia de personajes estudiados, de expertos en ambos países como antropólogos forenses, y creo que la puesta en escena de tantas cosas, permite ver el tema de una manera muy ágil e interesante. El jurado vio cómo, desde el periodismo digital, se pueden explorar formatos con mayor amplitud y dimensión sin perder de vista el objetivo y lograr precisar con gran claridad.
Lo otro fue el habernos juntado dos redacciones distintas de medios de comunicación con lógica editorial diferente, dos editoras con sus equipos, un total 19 personas si la memoria no me falla, entre ingenieros desarrolladores, periodistas, editores, analistas, trabajando durante siete meses, lo que fue muy bien visto porque demuestra la posibilidad de hacer periodismo de colaboración, este que comienza a verse con fuerza por encima de los egos, del individualismo, del yo, y que más bien piensa en cómo se puede hacer para que esas realidades que golpearon a Colombia durante tantos años y que golpean a México hoy con una rudeza impresionante, se puedan entender en el mundo con el ánimo de que no se repitan.
OH!: ¿Cuál fue el aprendizaje que obtuvieron de este trabajo colosal?
Que las barreras que te pones en periodismo simplemente son eso, barreras en tu cabeza. Trabajamos por Skype y teníamos que ir apagando la comunicación para que no se bloqueara la señal, pero aun así, con limitaciones, el que todos estuviesen allí, fue fantástico. Te dice que es posible trabajar en equipo y que no se logra solamente en tu redacción sino que puedes llevarlo a otro nivel. Cómo puedes realmente, con el debido respeto, comparar fenómenos que pueden sacarnos de un mundo local, en este caso Colombia, para trasladar el escenario a México, y lo mismo hace México con Colombia: eso es de un aprendizaje enorme porque en lo general te quedas en tu pequeño escenario y cuando buscas cosas de fuera las tienes ya un poco procesadas, pero en este caso tuvimos que procesar las realidades y entenderlas. Algo más que me parece chévere fue cómo trabajamos con expertos para que nos expliquen las cosas que no entendíamos, eso potencia al máximo el ejercicio de buscar al experto, además la transferencia de conocimientos entre equipos fue muy buena.
OH!: ¿Y qué ha significado para ti esta investigación?
Yo he tenido una línea de investigación permanente en el tema del conflicto por una razón muy básica: crecí en una tierra absolutamente golpeada por la violencia, Córdoba, la tierra de los paramilitares en Colombia, que me significó asumir un compromiso con este tipo de historias y con hacer periodismo en condiciones imposibles y hacerlas posibles.
Estuve 20 años viviendo y trabajando allí, salía para estudiar, para huir cuando estaba en peligro, para tener reuniones con otra gente que me diera oxígeno porque de lo contrario no podía, pero sabía que no iba renunciar nunca a este deseo de contar y hacer periodismo de memoria con todo lo que tiene que ver con el conflicto. Con este tema pude confirmar el compromiso interno que tengo como contadora de historias en formato creativo, como la investigadora que soy y que está en un constante proceso de aprendizaje. Además una se fortalece como persona porque lo que tuvimos que escuchar y ver fue horrible.
Yo estuve con los buscadores de fosas que se hacen llamar “Los canes de la muerte”, son personajes que tienen una varilla de acero de unos 2 m de largo, y que la van enterrando en el cerro: si pasa derecho hay fosas. Cuando la sacan, el mecanismo de saber si hay cadáveres en esa fosa es oler esa varilla. Descubrimos una fosa, olí la varilla, conocí la historia de estos hombres, que es dura, pero que no renuncian porque es mejor encontrar el final un ser querido que no saber nunca qué fue de él.
Esas cosas te dan la valentía de repensar qué tan bueno es el periodista para que este tipo de cosas se conozcan.
OH!: ¿Cómo has vivido tú, y vives, el hecho de ser una mujer periodista? ¿Hay diferencias con los colegas varones? ¿Qué mensaje les darías a esas jóvenes que empiezan a estudiar periodismo?
Sí hay diferencia. El tema de género marca la diferencia, la que se ve en el terreno a la hora de trabajar de diferentes maneras. Te encuentras con fuentes que intentan sobrepasar límites, a mí me ha pasado, o cuando cubres zonas de conflicto, que es lo que yo he hecho toda mi vida, el estar esos terrenos en algunos momentos no es fácil.
Recuerdo con las coberturas del paramilitarismo estar allí, en medio de tantos hombres, estando sólo dos mujeres a lo sumo, era complicado. Yo tenía pánico a una violación. Y el problema a veces trasciende lo físico hacia lo mental, porque te llega a debilitar en algunos momentos. Conozco colegas que les ha tocado situaciones de las cuales no se han podido recuperar sino con ayuda psicológica.
Digamos que sí se está expuesta, pero a los hombres también les puede pasar. Recuerdo el caso de un compañero al que le prohibieron que cubriera la zona porque uno de los comandantes paramilitares se había enamorado del muchacho y lo perseguía.
Ahora bien, yo creo que las cosas se consiguen con inteligencia, con amabilidad y con respeto. Esas tres son un código para mí. Las preguntas inteligentes son todas aquellas que se hacen, las que no se hacen son las tontas. Siempre hay que pensar qué preguntas debes hacer y cómo las tienes que formular, a veces las mujeres tenemos más tino para entrarle a una fuente, ellos son más directos, más acelerados. Si se marca una línea de conducta muy clara y si la fuente o el escenario la sobrepasan, no fue tu culpa, tú dejaste claro los límites.
Les aconsejo a esas chicas que usen su inteligencia, que no se aprovechen de su condición de mujeres porque luego no se puede exigir lo que una no ha dado.
OH!: Eres madre también, ¿Cómo has equilibrado este oficio, que además has escogido particularmente peligroso, con criar a tus hijos?
Es una pregunta que me quiebra. Creo que aún no he logrado el equilibrio y reconozco, sobre todo con hija mayor, que perdí muchos espacios de compartir. Ahora trato de no cometer con el pequeño los mismos errores que con ella, los que ya conversamos como buenas amigas. Sí, es un oficio que roba mucho tiempo porque a veces estás en casa pero no estás porque tienes un montón de libros y el computador y mientras todos están hablando tú no prestas atención. Ahora quiero que la calidad del tiempo que paso con ellos sea eso, calidad. Buscamos algunos espacios para compartir actividades que nos juntan, como ir a la playa por ejemplo.
OH!: ¿Alguna vez quisiste rendirte y cambiar de trabajo?
Sí, cuando mataron a una fuente mía después de un reportaje que hice. Ese día yo pateé la mesa y me salí del periodismo, estuve cuatro meses sin producir nada salvo los talleres que hacía, sin mucho ánimo, llorando muchísimo, me sentía culpable, no le encontraba sentido, no sabía qué hacíamos nosotros los periodistas si esta bendita realidad no cambia para nada y la gente sigue perdiendo la vida por decir la verdad. Pero mis amigos me rodearon y se pusieron de acuerdo en una estrategia para que no me saliera de lo que me hacía feliz y se dieron la tarea de no abandonarme todo ese tiempo, hasta cuando aparece la propuesta del periódico El Tiempo para montar la Unidad de Datos.
OH!: Colombia atraviesa una etapa histórica con el cese de hostilidades con las FARC, ¿Cómo vives como periodista este proceso?
Tengo una enorme esperanza como ciudadana colombiana, no como periodista sino como ciudadana, de esta etapa que empezamos a vivir. Más malo de lo que nos ha ocurrido, no se podría. La cosa es tan simple como que vamos a tener un plebiscito para refrendar los acuerdos de paz, y yo les pregunto a mis amigos más escépticos ¿Tú quieres que desarmemos a 8000 personas? ¿Qué haya 8000 fusiles colgados? Ese es el fondo. El resto viene después.
Es cierto que se está pactando con un grupo y no con el otro, pero habrá menos actores en conflicto.
Sí tengo esperanza. He estudiado durante muchos años el conflicto que ha durado 52 años y quiero seguir haciéndolo para ayudar a que de alguna manera no se repita un montón de cosas que fueron absolutamente locas y que han dejado a un país con 7 millones de víctimas.
"El tema de género marca la diferencia, la que se ve en el terreno a la hora de trabajar de diferentes maneras"
"Tengo una enorme esperanza como ciudadana colombiana, no como periodista sino como ciudadana, de esta etapa que empezamos a vivir"
"Una se fortalece como persona porque lo que tuvimos que escuchar y ver fue horrible"
PERFIL
Ginna Morelo Martínez
Nace en Colombia en 1973 y tiene dos hijos. Es periodista de investigación. Presidenta y representante legal de Consejo de Redacción, organización que promueve el periodismo de investigación en Colombia. Editora de la Unidad de Datos del diario El Tiempo. Es magister en comunicación y ha trabajado en varios medios colombianos, además es catedrática de la Pontificia Universidad Javeriana.
Autora y coautora de los libros Tierra de sangre, Córdoba una tierra que suena, Tú y yo coincidimos en la noche terrible, La fronteras del tigre, Manual Pistas para narrar la paz, Hay un solo San Carlos, Manual La Agenda Verde, entre otros.
Es ganadora del Premio Ortega y Gasset de Periodismo 2016, Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, Premio Anway de Periodismo Ambiental, Premio de Periodismo Semana y Premio Iberoamericano de Periodismo Sociedad para Todos.
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