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miércoles, julio 19, 2017
FERNANDO J. RUIZ “Para el periodismo profesional, la polarizaciónes una trampa”
¿Qué va a pasar con el periodismo en el futuro? Esa es la gran pregunta que da vuelta por la cabeza de los empresarios de medios, en momentos de incertidumbre por el avance de las redes sociales y de algo que se ha puesto de moda: la posverdad.
La posverdad es un fenómeno sociológico vinculado a la comunicación que consiste en la anteposición de las creencias u opiniones frente a los hechos. Para unos, una forma de manipulación; para otros —como los ingleses— una rebelión contra el sentido común...
Para profundizar en estos temas, ECOS entrevistó a Fernando J. Ruiz, profesor e investigador de Periodismo y Democracia en la Universidad Austral de Buenos Aires, doctor en Comunicación Pública por la Universidad de Navarra y Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Católica Argentina. Él, que hace unos meses participó del I Foro Académico Internacional ABOCCS ‘Comunicación Política en América Latina’, realizado en Sucre, ve un lado positivo en la generalmente mal vista posverdad.
“La posverdad nos vino bárbaro porque mucha gente consideraba que estábamos en un momento del fin del periodismo”, dice a ECOS este maestro que, con amplia generosidad, comparte sus enseñanzas para los periodistas bolivianos en ejercicio y para los estudiantes que desean incursionar en este oficio.
ECOS. ¿Qué está pasando con el periodismo hoy en día? ¿Tiene que reinventarse? ¿Por qué pensar a un periodismo “del futuro”?
Fernando J. Ruiz (FJR). Porque la democracia no es tan buena como nos gustaría. Ni en Bolivia, ni en Argentina, ni en Brasil ni en ninguno de los países de América Latina. Y entonces hay que pensar las profesiones que estructuran la vida pública en función a las necesidades de la vida pública; necesidades que son urgentes. O sea, nuestros países tienen unos márgenes de pobreza, de violencia, de dificultad para las personas, para generar sus proyectos de vida, enormes. Los latinoamericanos no estamos satisfechos como estamos.
Entonces, el periodismo es una de las instituciones que tiene que contribuir a eso; cada uno desde lo suyo. La construcción del progreso, del desarrollo, de la justicia tiene que ver con el valor verdad. Y el valor verdad está muy asociado a la profesión periodística. El periodismo es la profesión más asociada al valor verdad.
Todo el régimen de verdad que tiene una sociedad, todas las características de la discusión, de la deliberación pública, son importantes para saber si un país avanza o no avanza. Y el periodismo en eso es muy importante.
ECOS. ¿Cómo debe contribuir entonces el periodismo a esa realidad democrática que hasta ahora no satisface a la sociedad?
FJR. Debe tratar de ocuparse de los grandes problemas públicos y explicarlos de la forma más clara posible para que todos los puedan entender, sin por eso hacer una explicación que sea falsa, que sea demasiado simplificadora.
O sea, la gente, más allá de la educación que tiene, entiende los problemas más importantes de la vida, la vida en comunidad: cómo organizarnos, cómo hacer nuestra democracia. El periodismo tiene que ser, de alguna forma, un gran traductor. Tratar de entender los problemas públicos, lo que no significa repetir los discursos políticos sino entender los problemas públicos más allá de lo que los políticos y los intereses digan y ponérselo a disposición de las personas; que las personas tengan disponible una comprensión de los asuntos públicos.
Si la gente no entiende los asuntos públicos puede ser, en gran medida, porque el periodismo no ha sabido explicarlos.
ECOS. El periodismo queda a veces desencajado en la realidad actual. El mundo ha cambiado y por eso hablamos de una reinvención de esta profesión. Al respecto, usted suele referir a cuatro ejes, ¿cuáles son?
FJR. Sí, tienen que ver sobre todo con el cambio en la revolución digital. Un eje es que la revolución digital es realmente fuerte. Hoy, el principal medio de Bolivia no es posiblemente la radio o la televisión más popular, sino Facebook, y la agencia de noticias más importante es Twitter. Eso pasa en todos los países ya. Ese es un cambio dramático. Pero hay que aprovecharlo, es una oportunidad para conectarte mucho mejor con los ciudadanos.
El otro eje es tratar de entender y explicar mucho mejor a los gobiernos. Los gobiernos no necesariamente son lo que dicen que son: hay un discurso construido que hay que desarmar, hay que entender las políticas públicas. Los gobiernos no son una persona, son miles de personas. Una política pública en Bolivia no es solo lo que hace o dice Evo Morales, hay 70.000 personas encargadas de esa política pública y hay actores privados que tienen que ver con esa política pública.
Abrir los asuntos públicos significa tratar de reflejar las políticas públicas como efectivamente son, no como las simplifica la oposición o el Gobierno. Tratar de desarmar, entender exactamente en qué consiste la política educativa en Bolivia o la política de seguridad en Argentina. No es solo preguntarle al ministro de Seguridad o al ministro de Educación, hay una red de actores; por eso el periodismo es un trabajo muy arduo.
Si los periodistas se convierten en solo micrófonos que difunden los comunicados oficiales, o los comunicados de la oposición, o los comunicados de un grupo de interés, eso no es periodismo; nadie va a la facultad para eso. La facultad es un momento que tenemos en nuestra vida para dedicarnos a entrenar nuestra inteligencia para poder analizar un montón de problemas y después explicarlos con claridad.
ECOS. ¿Cuáles son los otros dos ejes?
FJR. El tercer eje es tratar de describir la desconfianza que todos los gobiernos tienen. La historia democrática tiene dos mitades: una es la historia de un gobierno popular, la construcción de un gobierno democrático, y el otro lado es la historia de la desconfianza en un gobierno democrático. Siempre pasó eso, la vida pública tiene eso permanentemente.
Entonces, hay que tratar de entender la desconfianza en los gobiernos y entender significa escuchar, no ir a las protestas para funcionar como un megáfono: hay que ir a las protestas para entender por qué están ahí, y eso es tan importante como entender a un gobierno. Un foco era entender al gobierno y el otro es entender la desconfianza en el gobierno.
El último eje tiene que ver con la lengua, construir una lengua igualitaria. Cuando yo hablo de lengua igualitaria, lengua democrática, es que el periodismo nos tiene que ayudar a tener un idioma nuestro. No me estoy refiriendo a un idioma como si fuera un dialecto, sino a una forma de hablar de los asuntos públicos que la entendamos todos, que sea veraz, que sea una forma íntegra y que también sea universal. Universal en el sentido de que lo entiendan todas las personas: desde los que tuvimos la suerte de ir a la universidad como aquellos que no tuvieron esa suerte. O sea, encontrar una lengua donde la comunidad pueda encontrarse. Y eso, para los periodistas, es una de las tareas claves, casi diría la más importante.
Todos los actores políticos construyen parte del diccionario de palabras… En Bolivia, el gobierno de Evo Morales ha incorporado un montón de palabras nuevas al vocabulario político. El gobierno que vendrá después va a incorporar nuevas palabras. Lo que el periodista debe tratar es que ese idioma sea representativo de los problemas públicos y sirva para explicarle a la gente los principales problemas públicos. En la medida que ese idioma tiene eufemismos y un montón de bloqueos para que sea incomprensible para la gente, hay un problema de cercanía entre la democracia y la gente.
ECOS. ¿El periodismo está amenazado por nuevos medios de comunicación que hacen que cualquier persona se crea periodista? ¿Podemos hablar de una posverdad que está poniendo en tela de juicio el trabajo de los periodistas?
FJR. Hay un momento de gran cantidad de voces que llegan al espacio público y eso, por un lado, genera más pluralismo, pero por el otro lado genera más confusión; como siempre. Siempre los procesos de democratización han sido confusos, siempre, porque es una cantidad de voces tremenda que de pronto entra: alguien abre la puerta y entra un montón de gente. Por un lado está bueno porque estás democratizando eso, pero por otro lado hay mayor confusión. Lógicamente, eso es un proceso natural.
Pero desde el punto de vista del periodismo, es bueno lo que está pasando. Yo pienso por ejemplo en las universidades: hoy se pueden juntar perfectamente tres o cuatro alumnos que están por recibirse y empezar a hacer el medio que soñaron. Y no tienen que ir a pedir una licencia, no tienen que ir a comprar una rotativa, no tienen que negociar el papel; tienen simplemente que ponerse a caminar y después hacer un sitio digital muy aceptable y a bajísimo precio, y ahí poder empezar a hacer periodismo. Se ha bajado las barreras de entrada para poder hacer periodismo.
ECOS. La posverdad… ¿cuál es la posición del periodismo frente a este fenómeno? ¿La considera una amenaza?
FJR. No, al contrario, nos vino bárbaro la posverdad porque había mucha gente que consideraba que estábamos en un momento del fin del periodismo. La posverdad, la idea de que todos los discursos son similares, que no hay ninguna veracidad política, genera una desorientación enorme en la gente: cualquier argumento vale lo mismo, cualquier situación vale lo mismo. Esto genera una revalorización del periodismo: “¡el periodismo sirve!, ¡vayamos a buscar a los periodistas, que son importantes!”.
El problema que tenemos es que hay muchos periodistas que no creen en la verdad. A mí me parece que muchos no creen en la profesión. Hay muchos periodistas que tienen un grado de escepticismo tan grande… la carrera profesional del periodista es muy dura, y hay un proceso donde arranca con mucha esperanza, después se pone escéptico y después se pone cínico. El cínico no cree en la verdad, le parece todo lo mismo; y además cree que no hay ninguna posibilidad de mejora social. Muchas veces son periodistas que en ese momento de su carrera están en puestos de poder; son un bloqueo para la base profesional.
ECOS. En el fuego cruzado en el que parece estar en varios países de Latinoamérica, con relación a las polarizaciones políticas, ¿cómo debe moverse el periodista?
FJR. Para el periodismo, es una trampa; y el periodismo suele caer en la trampa y convertirse en un partido político. Entonces, ataca como partido político y después se defiende con la libertad de expresión. Es como las peleas de sumo: hay que tratar de sacarlo al otro de su lugar. En ese sentido, los políticos son muy hábiles para sacar a los medios de su lugar.
Más allá de que a muchos de los dueños de los medios lo que más les interesa es la política y no el periodismo, en América Latina tenemos muchos dueños de medios que lo que les interesa es la economía, pero no el periodismo. Es más, desconfían de cualquier periodista que tienen que empieza a hacer periodismo. Pero, para el periodismo profesional, la polarización es una trampa.
El problema pasa por que los periodistas y los ciudadanos son víctimas pero también promotores de la polarización.
Generalmente los procesos de polarización son procesos en los que los periodistas participan muy activamente, y los ciudadanos también, porque les encanta que digan cualquier barbaridad. A los opositores les encanta que los periodistas digan cualquier barbaridad a Evo Morales y viceversa.
Entonces, como en tantas cosas en la vida, somos semivíctimas y victimarios.
Contribuimos, nosotros, a producir esas situaciones que después nos afectan. •
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