Seis experimentados conductores de Estados Unidos y Canadá se propusieron “desafiar la muerte desde un camión”, y para ello qué mejor que atravesar el “camino más peligroso del mundo”, la “carretera de la muerte” que atraviesa los Yungas paceños. O al menos intentarlo.
El reto de llevar cargamento desde La Paz a Rurrenabaque en tres camiones -partieron en parejas- fue parte del programa Rutas mortales, de la cadena History Channel, que se emitió el pasado domingo en horario estelar.
Cuatro de los temerarios choferes llegaron a la meta no sin mucho sufrimiento y tras sobrellevar experiencias para ellos inimaginables, pero para los otros dos la misión fue demasiado.
Al llegar a Caranavi, cuando el tramo más accidentado ya había pasado, Lisa Kelly, la única mujer, y Dave Redman se dieron por vencidos.
Asustados, pero seguros de que sólo así ponían su vida a “salvo” -según confesaron ante las cámaras- los camioneros abandonaron el camión mientras sus compañeros continuaron -no sin algunas penurias- hasta la meta en la población beniana, donde dejaron material de construcción para las víctimas de la inundación.
“Hay una línea muy delgada entre dominar la carretera y vencer un miedo y morir”, señaló Kelly, la camionera de 32 años, que -al igual que sus compañeros- supo allanar la cordillera del Himalaya, las vías de hielo en Alaska y los terrosos senderos de la India, entre otros anteriores destinos.
Precisamente por su dificultad, el “camino de la muerte”, que registra un promedio de 209 accidentes y 96 muertes por año, fue elegido para el inicio de la temporada 2012 de Rutas mortales.
“Una vez en el camino, no hay vuelta atrás. Una vía de tres metros de ancho es el único lugar disponible para que circulen grandes camiones de carga de hasta tres ejes”, comentó el narrador al presentar el desafío.
Hugh Rowland y Rick Yemm son dos rudos camioneros con más de 20 años de experiencia. Fueron los primeros en partir y, pese a las dificultades, demostraron su destreza al volante y llegaron a destino, no sin antes confesar más de una vez su temor e impresión por la “increíble” geografía boliviana.
“Es la belleza de la muerte. No hay lugar en el mundo que se parezca a esto”, comentó Rick mientras disfrutaba de la vegetación y las cascadas que caen en medio del estrecho camino.
Tino Rodríguez y Tim Zickhur, pilotos novatos en este tipo de emprendimientos, dominaron el miedo aún amilanados por las innumerables cruces que, durante el trayecto, dan cuenta de las muertes que la vía provoca con inusitada frecuencia.
Antes de llegar al país, Rodríguez sólo había conducido modernos tráilers por las asfaltadas autopistas de California, y su colega contó ser un experto en cargamento de muelles.
Por turnos, los dos manejaron “a ciegas” por el borde del despeñadero. Ignoraron sus temores, apretaron el acelerador y continuaron hasta la meta.
“Si tienes dudas, aceleras”, aconsejaba entre risas el camionero Hugh, quien al pasar pegado al muro rompió el espejo derecho y abolló la carrocería del enorme camión. “Se dice que en este lugar lanzaban prisioneros políticos al precipicio, unas décadas atrás”, matizó el narrador para dar aún mayor marco de suspenso.
Para Lisa fue una experiencia inesperada y devastadora. El susto la invadió de tal manera que a mitad del camino cedió el volante a Dave. “Es peor de lo que pensaba. Nunca había valorado tanto la vida como ahora”, sostuvo.
Al llegar la noche, la penetrante oscuridad se unió a la lista de adversidades. Sin poder ver el precipicio de hasta 600 metros en las partes más profundas, los conductores palparon con mayor intensidad el riesgo.
Y de la forma más inoportuna, el encuentro con taxis y camiones en medio del estrecho camino aumentó la adrenalina y desesperación. Ni modo, a retroceder y rogar porque el frágil camino resista.
Quien pasó alguna vez por esta ruta sabe que el vehículo que va hacia Yungas debe retroceder y ceder el paso al que viene de subida. Una mínima falta de precisión puede ser determinante.
“Si caes, estás perdido, nadie sabrá que estás ahí”, comentó Dave al volante, mientras avanzaba rozando con otro camión.
Después de llegar a Caranavi, el trayecto que les esperaba hasta la Amazonia boliviana era, en definitiva, más sencillo.
Ya en San Buenaventura, para cruzar por el río Beni, los tráilers sobrevivientes subieron lentamente y con cuidado sobre una balsa de madera que los dejó en la otra orilla.
“Jamás en mi vida imaginé que cruzaría el río sobre una balsa. Esto es increíble”, dijo Tino con gran satisfacción.
Y es que para quienes no están acostumbrados, sobrevivir al “camino de la muerte” es un logro que perdura en la memoria; una aventura extrema que revaloriza aún más la pericia del conductor boliviano.
3.600
nsnmes la altitud del “camino de la muerte”, situado en la región norte de los Yungas.
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