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domingo, julio 14, 2013

Luis Ramiro Beltrán, nuestro pulso

PERIODISTA | CON MÁS DE 70 AÑOS DE CARRERA, EL TEÓRICO DE LA COMUNICACIÓN NUNCA DEJÓ DE LADO SU PASIÓN MÁS PRECIADA: EL PERIODISMO.

Conversar con el doctor Luis Ramiro Beltrán Salmón es como navegar entre cien aguas. Va y viene por su historia saltando etapas, sobreponiendo otras, recordando y olvidando entre todo aquello que ha hecho en sus 83 años de vida que ha sido mucho. Y mientras, lo envuelve a uno en su historia que es en resumen el arte de vivir y sobrevivir de un hombre que a los 16 años ya era jefe de redacción en un periódico boliviano, que ha ganado uno de los premios internacionales más importantes de comunicación, publicado libros, escrito poemas, guiones, hecho radio, cine, trabajado en varios países... y que hoy se declara jubilado “un poco a la fuerza”.

“MIS MUJERES”

Mientras el doctor Beltrán se levanta a traer unos papeles que quiere entregarme, su mujer, Nora, se me acerca y con ese su deliciosamente suave acento colombiano me pide que comprenda que la memoria de su marido ya no es la misma, y que si algo me queda pendiente, lo hable luego con ella que podrá ayudarme. Le digo que mi idea es más un homenaje que una entrevista y que no se preocupe que todo está bien, y por fin me animo después de tantos años de conocerla a preguntarle a ella, que generalmente ha estado callada al lado de su marido mientras él recogía reconocimientos públicos de los libros que ella lo había ayudado a transcribir y a descifrar entre sus apuntes, cuál es el secreto de esa que parece ser una eterna paciencia suya y un amor a toda prueba. “Antes que nada somos amigos, y eso es muy importante, fuimos amigos antes de ser pareja y el cariño que nació con ello se sumó al amor haciendo un vínculo muy fuerte.

Pero no es fácil porque siempre uno tiene que ceder, y generalmente cede más que el otro. Además es imprescindible admirarse”, me cuenta como dándome un consejo. “Yo admiro mucho a este hombre”.

Justamente la vida del Doctor Luis Ramiro Beltrán ha estado marcada por dos mujeres: su madre y su esposa. La primera fue la piedra donde el periodista y téorico de la comunicación pudo afianzar sus valores y su carrera. Cada uno de sus ascensos fue calculado con ayuda de su madre, que fue quien además le acompañó a conseguir su primer empleo como periodista a los 12 años, en La Patria.

Viuda de un combatiente en la Guerra del Chaco, Luis Humberto Beltrán, también periodista, Betsahbé Salmón estaba decidida a que su hijo fuera una figura importante, y vivió hasta sus 94 años para estar bien segura de ello. Fundó la primera revista femenina, en Oruro, llamada Feminiflor, y le inyectó las ganas por el periodismo a su hijo que pronto las convirtió en pasión. Las memorias hoy un poco nubladas del Dr. Beltrán, se convierten en total lucidez cuando habla de su madre. “Ella lo fue todo para mí, ella y mi santa esposa, sin ellas mi vida no habría tenido ningún sentido”, dice.

EN LA TRINCHERA

Luis Ramiro Beltrán fue también el primer Defensor del Lector que trabajó para los ocho periódicos del entonces Grupo Líder, entre ellos Los Tiempos. Fue un trabajo de más de dos años que le permitió acercarse a los lectores y entender su punto de vista más allá de la visión del periodista. Luego de él dos periodistas más ocuparon el cargo, pero la idea no progresó. Hoy, reflexiona sobre la importancia de este puesto que ya no existe en Bolivia. “No sé por qué se la abandonó, debió haberse mantenido. Fue una magnífica idea. Como periodistas somos tan vulnerables a equivocarnos como cualquier ser humano, el trabajo del Defensor era un reconocimiento del derecho y el valor de la autocrítica. Creo que nadie es impecable y es necesario mantener una escuela de rectitud, ética y eficiencia. El Defensor del Lector no es un vicioso atacador del periodista, sino una ayuda, una autocrítica.”

Beltrán ha trabajado desde que era un niño, así que preguntarle cuál ha sido el trabajo más interesante de su vida es complicarlo. “Se me hace difícil comparar, le soy franco, se me pierde la memoria entre tantos años”, me dice como disculpándose. Nuevamente demuestra su generosidad al tratar de hacer un gran esfuerzo, que se nota le cuesta, para contestar mi pregunta pero le digo que no se preocupe, que sólo hablar con él de lo que él quiera para mí es suficiente. Tiene la falta de soberbia de los grandes maestros y se lo digo, “sí, en eso creo que tiene razón, no soy arrogante porque he sido criado por mi madre para evitar eso y me lo enseñó muy bien”, dice riendo mientras recuerda que su madre, al mismo tiempo de ser cariñosa y dedicada, era estricta en sus valores.

¿POLÍTICA? ¡TINTA!

Luis Ramiro Beltrán nunca participó en política, y eso que pudo hacerlo, “nunca me interesó, me parece que es importante pero que hay mucha inconsistencia, egoísmo y matonería, no, nunca me vi de político gracias a Dios”.

Tampoco se ve fuera de la tinta de imprenta, y sigue persiguiendo que las nuevas generaciones aprendan de su vocación, por ello hace no mucho donó casi todos sus libros a la Universidad Católica Boliviana que los ha colocado en una sala que lleva el nombre del Dr. Beltrán.

Ahora también quiere donar los premios que ocupan espacio en su escritorio, que como buen periodista parece un rompecabezas que sólo su dueño puede entender. En medio de todos los papeles y apuntes, su vieja máquina de escribir Remington ocupa el lugar central porque es en ella donde el doctor le da a las teclas para desocupar las ideas que todavía se le vienen a la cabeza. Aunque se dice retirado, todavía sigue trabajando.

Si bien se inclinó por la parte académica, eso no significa que su vida no haya tenido aventuras, sobre todo cuando ejerció de periodista.

Pero su carrera como teórico de la comunicación, y sobre todo crítico de la comunicación también le ha valido varios sobresaltos, “quería que se entienda cómo se puede lograr que la comunicación sea democrática sin apoyar solamente a las élites, que no se desconozca que había dominación conservadora y elitista en nuestros países, y dominación externa de Estados Unidos. Ha eso nadie se metió hasta que yo lo hice, y no fue fácil.”

De la primera entrevista que yo le hiciera, hace más de 15 años, a la semana pasada cuando me recibió en su departamento, no cabe duda que el tiempo se ha hecho sentir. El mismo Dr. Beltrán confiesa que no esperaba que la vejez fuera tan dura, y que los achaques corporales lo aburren, pero tiene limpia su agenda y pocas cosas pendientes, aunque todavía le quedan algunas. Sin embargo ya no le da la importancia casi enfermiza que tenía hace un tiempo, hasta el año pasado sin ir más lejos, a cumplir los plazos como un reloj inglés.

Ha empezado a tomarse las cosas con calma, para alegría y tranquilidad de su esposa, que es prácticamente su memoria. Hoy el Dr. Luis Ramiro Beltrán vive la calma de los triunfadores, pero sobre todo de las buenas personas. No tiene enemigos, no le gusta hacerse mala sangre y disfruta de lo que vale la pena disfrutar. Hablar con él, alimenta el alma.

Perfil

Luis Ramiro Beltrán

Nacido en 1930 en Oruro, Bolivia, de padres periodistas, Luis Ramiro Beltrán Salmón es periodista y escritor así como comunicador y comunicólogo. Entre 1942 y 1955 hizo periodismo en su ciudad natal y luego en La Paz. Fue redactor de los diarios La Patria y La Razón a la vez que de Radio El Cóndor, así como corresponsal del Chicago Tribune y director fundador del semanario Momento.

Por otra parte, tuvo ocasionalmente actividad en relaciones públicas, publicidad comercial y propaganda política y fue guionista de cine documental. Comenzó a trabajar en comunicación para el desarrollo en 1953 en La Paz, para lo que recibió capacitación universitaria de alta intensidad en corto plazo en Puerto Rico y en Estados Unidos de América. Contratado luego por el Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas de la OEA para hacer —desde Costa Rica primero y luego desde Perú— labor docente en este campo, trabajó al nivel regional de 1955 a 1964.

Entre 1965 y 1970 estudió comunicación y sociología en la Universidad del Estado de Michigan, la que le confirió en 1968 la Maestría y en 1972 el Doctorado.

Habilitado por dicha formación para la investigación científica, de retorno a Latinoamérica en 1970 se destacó internacionalmente en la década del mismo y en la siguiente como uno de los fundadores de la “Escuela Crítica Latinoamericana de Investigación en Comunicación”. Trabajaba entonces desde Colombia para la OEA, después para el canadiense Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo y finalmente para la Unesco desde Ecuador. Entre los más celebrados de sus aportes a esa reflexión académica están sus denuncias sobre la comunicación para la dominación interna y la dependencia exterior, sus precursoras propuestas para políticas nacionales de comunicación, sus lineamientos hacia un nuevo modelo de comunicación democrática y sus consideraciones sobre la necesidad de un nuevo orden internacional de la información y la comunicación. Algunos libros y numerosos artículos de su autoría dan constancia de ello.

Poeta premiado en su país, Beltrán es miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua y autor de un poemario y de una antología de la poesía boliviana publicada en Colombia, así como editor de un libro sobre la pionera revista “Feminiflor” de Oruro de principios de la década de 1920. Y ganó en Ecuador en 1987 el Premio único de Teatro por su obra “El Cofre de Selenio”.

Se reintegró a su país en 1991, año en que estableció y dirigió el proyecto estatal de la Reforma Educativa Nacional. Trabajó al servicio de la Universidad John Hopkins en comunicación para la salud entre 1992 y 2004 como Consejero Regional para Latinoamérica. Electo por el Congreso Nacional, presidió la Corte Nacional Electoral en 2001 y 2002. Además, de mediados de 2003 a mediados de 2004, volvió al oficio de prensa en calidad de primer Defensor del Lector para la entidad que agrupa a ocho de los principales diarios de Bolivia.

Entre las muchas distinciones que le han sido otorgadas a Beltrán, en el exterior y en su patria, por su trayectoria sobresalen el Premio Mundial de Comunicación McLuhan-Teleglobe del Canadá (1983), la condecoración del Cóndor de los Andes de Bolivia (1983), el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Técnica de Oruro, de la Universidad Católica Boliviana (La Paz), de la Universidad Mayor de San Simón (Cochabamba) y de la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz), todas ellas bolivianas.


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