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domingo, agosto 03, 2014
UN TARIJEÑO CREÓ EL PRIMER DIARIO QUE PERMITIÓ A MUJERES EJERCER PERIODISMO
Tomás O’Connor d’Arlach, entregó a la circulación, el 5 de febrero de 1873, un periódico para las mujeres con el logotipo de “mixtura para el bello sexo”
Ninguna mujer se contó entre los redactores del primer periódico boliviano, “El Cóndor de Bolivia” (12-XI-1825/26-VI-1828), ni en los subsiguientes hasta muy avanzado el siglo XIX, en que se dan las primeras tentativas de irrupción femenina en el
periodismo; si bien, en el ínterin, algunos órganos de prensa dan paso a colaboraciones literarias y cívicas escritas por mujeres. Algo semejante ocurre en las demás actividades del quehacer humano, en que el hombre es el gran protagonista; “como si la mujer, al igual que el varón, no fuera un ser dotado de inteligencia”, afirma una investigación publicada por “La Patria”.
Y es que tuvo que transcurrir una centuria de fundada la República para que la mujer boliviana, probada ya, primero como eximia educadora empírica, después, normalista, ganara las aulas universitarias y se profesionalizara en carreras liberales; y un cuarto más de siglo para lograr sitio, de cuando en cuando, en las redacciones de diarios y revistas, inicialmente como redactoras de “noticias sociales”; y ocupar excepcionalmente curul en el Parlamento, en la Magistratura Suprema y en el Consejo de Ministros.
La participación de la mujer en el periodismo responde a dos estados de la evolución interna de este atractivo e intelectivo quehacer:
1.- El que llamaríamos romántico, o cuando el periodismo no es una profesión definida y estable.
2.- El profesional propiamente dicho, a partir de la apertura de la primera Escuela de Periodismo (1967), es cuando la participación femenina en la prensa se torna plena y numerosa, pasando en corto tiempo de reportera a redactora, de jefe de informaciones a principal de redacción, de editora de suplementos a directora.
La efectiva preterición de la mujer, o no participación femenina en los serios asuntos de la vida pública, en Bolivia como en otros países, explicase en la inveterada práctica de esa pedagogía de instruirla elementalmente y de educarla socialmente para “Joya de su hogar”, cuando era de posición económica solvente; o de abnegada Matrona, si pertenecía a estratos sociales populares; en ambos casos, totalmente apartada de las cuestiones públicas.
Es que la tal educación, de suyo despersonalizante, concebida sólo para formar buenas hijas y mejores madres, dentro de una absoluta sumisión y obediencia, primero, a los padres, después, al esposo, le cerraba todos los caminos y horizontes que podía abrirle su inteligencia.
Dentro de esa realidad social, económica y política, quedaban para la mujer, como actividades complementarias a las hogareñas, la devota práctica de los deberes religiosos y su natural extensión a tareas de beneficencia, quebradas apenas, ocasionalmente, por mujeres de carácter y espíritu que se resistían a aceptar resignadamente ese “destino” deformador de su personalidad, adquiriendo, entonces, conciencia de que como ser humanó, debía gozar de los mismos deberes y derechos que los hombres.
Las instruidas
Aunque el movimiento feminista, como expresión de la doctrina social que reconoce a la mujer la misma capacidad y derechos que a los hombres, data modernamente de 1776, no tuvo forma orgánica en Bolivia hasta la segunda década del siglo XX; hubo sí, mujeres contestatarias que con denuedo reclaman los derechos que la sociedad les negaba (libertad plena, sufragio, profesión, desempeño de altos cargos públicos, etc.), mediante artículos de prensa y escritos literarios, destacando así, por encima del común, como mujeres instruidas y mujeres literatas.
La insurgencia de la mujer periodista lleva más tiempo, debido a la formación hogareña y altruista que recibe y a que el periodismo en Bolivia, durante bastante tiempo, no constituye una profesión segura. A los aprendices de gacetilleros se pagaba con boletos de cine y de teatro; en el mejor de los casos, por producción sólo publicada; es decir, nada más que por uno dos escritos, de cinco o más entregados a la Mesa de redacción.
El periodismo en Bolivia, desde la aparición del primer impreso en noviembre de 1825 hasta los años 40 del siglo XX, es esencialmente de contenido político. Se fundan periódicos para sustentar candidaturas, gobiernos o combatir a algún debilitado régimen, de modo que los órganos de prensa son de existencia relativa, salvo las excepciones de rigor. En esas condiciones, no había sitio permanente para la mujer en la prensa del país, salvo colaboraciones eventuales de temática literaria, religiosa y cívica.
Tomás O'Connor D'Arlach
El primer caso que al respecto se registra en los anales del periodismo boliviano, débese a la iniciativa y talante de un joven tarijeño residente en Sucre, Tomás O'Connor d'Arlach, al entregar a la circulación, el 5 de febrero de 1873, un periódico para las mujeres con el logotipo de “La mixtura para el bello sexo”, de salida eventual que, como su nombre lo sugiere, tratase de una publicación de miscelánea femenina, a lo que parece, sin tener acogida entre sus destinatarias, puesto que a los tres meses, el gacetillero funda otra publicación también especializada: “La Colmena Literaria”.
La desairada “Mixtura...”, empero, abre insospechadas posibilidades de periodismo entre el bello sexo.
O'Connor d'Arlach (1853- 1932) había emprendido su aventura de hacer prensa femenina a sus 20 años, diríamos, como una anécdota de su larga carrera. Tratase de una de las personalidades más señeras del periodismo boliviano al que dedica la mayor parte de su existencia. Funda, redacta y dirige once periódicos en las principales ciudades del país y es corresponsal de impresos del exterior. Su mayor logro se da con la “Estrella de Tarija”, cuyo primer número sale el 14 de septiembre de 1876 y lo mantiene hasta 1905, entre ligeros o largos paréntesis debido a cuestiones políticas.
En 1889, la ciudad de Sucre es sorprendida con la circulación del de periódico EL ÁLBUM, dirigido y redactado totalmente por mujeres y destinado a sus congéneres; fue co su fundadora y directora la señora Carolina Freyre de Jaimes.
La sorpresa es comprensible. Se trata del primer órgano de prensa del país confeccionado por mujeres para mujeres, sin haberse requerido asesoría masculina (el trabajo de imprenta siempre estaba a cargo de varones).
La nueva era
El liberalismo retiene el poder durante veinte años, transcurso en que el país experimenta cambios en todos los órdenes de la vida; se da una gran producción bibliográfica, aunque con escaso aporte femenino. Las pugnas ideológicas y de religión de la época, parecen retraer a la mujer a la vida hogareña, religiosa y de obras pías. La caída del liberalismo débese a la acción de un insurgente Partido Republicano, a mediados de 1920.
La Ascensión del republicanismo coincide con otro movimiento de renovación en las esferas del pensamiento. La mujer adquiere un excepcional protagonismo consciente de los derechos que le asisten como a ser humano en sociedad, como no ocurrió antes.
Desde el comienzo de la década de los años veinte, la mujer organiza centros de estudio, edita hojas, revistas y periódicos, desde cuyas páginas reclama la igualdad de derechos y deberes con el hombre.
En ese período se gradúan las tres primeras profesionales en ramas antes impensables: la potosina Amalia Villa de la Tapia obtiene en el Perú su Brevet de piloto de avión, en 1922; la también potosina Amelia Chopitea Villa, en Sucre, el título de Médico-cirujano, en 1925, y, el mismo año, en La Paz, María Josefa Saavedra se recibe de abogada.
Recopilado del periódico “El País”
Tarija, martes 10 de mayo de 2011
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