25 años pasaron rápido. Cada semana, millones de televidentes veían cómo una de las mujeres más influyentes de la sociedad estadounidense regalaba casas, autos, viajes y cambiaba las vidas de cientos de televidentes en su programa The Oprah Winfrey Show. El telón bajó para este espectáculo, pero no es que Oprah se haya despedido de la televisión, dijo hasta luego porque ahora tiene su propio canal.
La mujer de 57 años dejó su programa con una apoteósica despedida donde Tom Hanks, Beyoncé, Madonna y Tom Cruise, entre otras figuras pesadas del celuloide y de la música, despidieron esta etapa de la reina de la televisión. Es la misma que hizo confesar a George W. Bush sobre su pasado alcohólico, la que hizo brincar a Tom Cruise declarando su amor por Katie Holmes o que recomendó a su público leer El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez, lo que provocó que un millón de copias más fueran impresas ante la demanda de los lectores. Influyente en cualquier ámbito, rica, poderosa, noble pero, sobre todo, la creadora del talk show más lacrimógeno y seguido de todos los tiempos.
De saquillos a Klein
Cuando Oprah era niña ni imaginaba que su nombre algún día valdría millones de dólares. Nació el 29 de enero de 1954 en la localidad estadounidense de Kosciusko, en Misuri, y al lado de su madre vivió un calvario. Ella recuerda que corría con un vestido hecho de los sacos de papas, vivió no sólo en la miseria económica, sino la humana. Fue violada por sus familiares, quedando embarazada a los 14 años, pero abortó producto de otra vejación, se drogó muy joven y pasó por una correccional.
Sin embargo, siempre fue amante de la lectura, su padre le inculcaba el hábito y terminó graduándose en Artes y en Comunicación Social. Ahí despegó su carrera: trabajó en radio y luego en la televisión, encantó tanto que le dieron su propio talk show.
Oprah no sólo sería la cara de un canal, sino de una generación. La revista Time la declaró como una personalidad que define el siglo XX e inicios del XXI. Forbes la calificó como la mujer afroamericana más rica del mundo, pues posee 2,5 billones de dólares. Financió escuelas en África y proyectos en Estados Unidos. Pagó las vacaciones para sus empleados en Hawaii y una ley que registra una lista sobre abusadores sexuales en su país, lleva su nombre.
Oprah no teme mostrarse tal cual es. En 1988 adelgazó 30 kilos luciendo en su show una figura envidiable dentro de unos jeans Calvin Klein y cargando en un carrito la manteca equivalente al peso que perdió, pero su problema de tiroides no le permitió permanecer delgada y hasta ahora continúa su lucha contra el sobrepeso, irónico para alguien que padeció de bulimia cuando era jovencita.
En 1985, Oprah se estrenó de actriz e hizo de esclava en el filme de Steven Spielberg, El color púrpura y fue nominada a un Oscar.
Reina de la audiencia
En un mundo donde las personas se rinden ante las esbeltas, ella, una mujer obesa, se hizo su reina. Un día en su show comentó que ya no comería hamburguesas y las empresas cárnicas de su país perdieron 12 millones de dólares en cuestión de días, según el portal www.resonancias.org. Su influencia en la gente se la debe a los medios. Dueña de una revista que lleva por nombre su inicial y que vende 2,5 millones de ejemplares cada mes, ahora también es propietaria de un canal que, evidentemente, llevará su nombre.
Este año, Oprah reveló al mundo uno de sus secretos: apareció Patricia, su hermana, que fue dada en adopción por su madre. Patricia contó cómo fue la vida en orfanatos y su sorpresa al descubrir que Winfrey era su pariente, pero calló para no perjudicarla. “Esto, amigos míos, es el milagro de todos los milagros”, decía Oprah mostrando a su hermana menor. Muchos la criticaron diciendo que ella haría todo para ganar audiencia. Ése es precisamente el arte de Oprah: sabe cómo hacer que lo malo se convierta en una herramienta para captar seguidores.
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