Go Nagai ideó al robot Mazinger Z en medio de una trancadera: un poderoso robot que volara y le sacara de allí. Ése fue el germen de un personaje mítico que marcó a varias generaciones y cuyo creador afirma ahora, 40 años después, que pertenece al mundo de los sueños de los niños y que no le cambiaría ni una coma.
Nagai explicó en una entrevista que no se cansa nunca de hablar de este robot gigante de 20 toneladas de peso, construido de aleación indestructible, ni tampoco de Koji Kabuto, su piloto, o del malvado Doctor Infierno y su acólito, el Barón Ashler.
Mazinger fue pionero en esa combinación, luego mil veces copiada: la de un robot gigante dirigido por un hombre desde su interior. Estos robots siguieron influenciando a otras sagas como Gundam o Evangelion. Aunque Nagoi es el padre de muchos personajes -Devilman, Violence Jack, Getter Robo y de otros títulos de series de marcada carga erótica-, con Mazinger, que apareció en 1972, supo enseguida que sería una obra potente ante la reacción de los lectores, aunque pensó que se limitaría al mercado japonés. El tiempo y la calidad de la animación nipona acabaron demostrando lo contrario a Go Nagai.
Un impacto mundial
Sin embargo, la serie de animación que se produjo a los pocos meses y que él mismo supervisó, se convirtió en un fenómeno tanto en su país de origen como en el resto del mundo.
“Nunca pensé que llegaría a tener la influencia que tuvo en Europa”, señala este autor que llevaba desde adolescente soñando con convertir a un robot en protagonista de un manga, como el Astroboy que tanto le había influido y porque en Japón los robots están muy presentes porque reflejan el futuro.
La serie recibió algunas críticas por su violencia, considerada entonces poco apropiada para el público infantil; de hecho, en aquella España de la década de los años 70 sólo se emitió un tercio de los 92 capítulos. Pero para Nagai, se trata únicamente de una lucha entre bestias mecánicas, entre el bien y el mal. “No son seres humanos los que se pelean, sino robots”, defendió Go Nagai en el Salón del Cómic de Barcelona.
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