El periodismo carece de buenos maestros, de los viejos “profesores” que enseñaban con el ejemplo. Quizás, por eso, nuestro oficio atraviesa una crisis galopante. Uno de esos maestros es Tito de la Viña. Su enseñanza perpetua son sus añoradas columnas Desde la Tribuna publicadas durante 38 años en Presencia y Hoy.
Perderse en las cuatro hemerotecas de La Paz para leerlo es un placer. No se casa(ba) con nadie, ejerce con libertad y crítica frontal el periodismo de opinión y ante la aséptica información de aquel entonces, uno siempre se quedará con la palabra sabia de don Tito, bautizado como José Vila de la Viña.
En 2008 recibió el Premio Nacional de Periodismo y publicó tres libros: Vivencias de medio siglo (2008), Hechos y protagonistas del deporte boliviano (2010) y De copa en copa (2013). Zambullirse en ellos es recordar a viejos ídolos injustamente olvidados: Julia Iriarte, Marina Azcárraga, René Eyzaguirre…
El maestro es y será sinónimo de mística, humildad, pasión insobornable. Con más de 65 años de carrera, ver trabajar a don Tito —con la ilusión del primer día— en el piso cinco del Siles es un honor. De mayor, quiero ser como usted, maestro.
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