Los oyentes de radio ahora nos enfrentamos a que ‘los de la tele’ asalten las estaciones para llamarse a sí mismos ‘multimedias’. Todo estaría bien si ofrecieran un producto a la altura de sus grandes anuncios, pero lo que hacen es leer el periódico, repasar portales de noticias en la computadora, hacer una que otra llamada y comentar lo que aparece en Twitter y Facebook. Eso no es hacer radio.
La radio tiene formatos muy propios como el dramático (radioteatro, radionovelas, etc.), el periodístico (entrevistas, reportajes, informativos, etc.) y musicales (revistas, ránquines, etc.) Este último es más explotado en el éter local. No cuesta mucho poner a un intrépido a contar algunos chistes y presentar canciones.
Salvo algunos intentos de las emisoras rurales, los formatos dramáticos se extinguieron en Santa Cruz, algo que los amantes de la radio lamentamos profundamente. Y no nos queda más que escuchar a humoristas que piensan que entretienen con sonseras. Abundan los animadores de fiesta que gritan para anunciar un reguetón, o los evangélicos que se adueñaron de muchas estaciones.
Quiero más programas radiales bien hechos, porque los hay, todos saben cuáles son, porque la calidad se nota. No es tan difícil diseñar una pauta, hacer producción especial para cada episodio, generar contenido propio, presentar a locutores amenos e inteligentes e invitar a personalidades interesantes. Hay que ponerse en sintonía con la creatividad
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