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domingo, mayo 01, 2016
La prensa asfixiada y su (valiosa) alianza con las redes
Son conocidos los problemas que enfrenta la prensa independiente de Bolivia: acoso y ataques verbales a los periodistas; presión de Impuestos Nacionales, Autoridad de Empresas, Ministerio del Trabajo y otros; imposibilidad de recibir publicidad estatal; cooptación mediante millonarios contratos publicitarios; y permanentes alusiones de las máximas autoridades sobre el trabajo que realiza.
Esta situación se ve agravada con el hecho de los medios que no han sido cooptados por el dinero de la publicidad fueron comprados por empresarios amigos del Gobierno. Los casos más notorios son los de La Razón, ATB y PAT. Los dos primeros fueron originalmente comprados por el empresario chavista venezolano Carlos Gill, pero luego la red televisiva paceña terminó en manos de otros empresarios y periodistas proclives al Gobierno.
Ausencia de la "predisposición a escuchar”
Aparte de ese problema, la prensa vive otros problemas en estos tiempos de asfixia, para usar un término propuesto por la periodista Amalia Pando. Esos problemas son fundamentalmente dos y surgen de la fortaleza política que ostenta el Gobierno del presidente Evo Morales. Esa fortaleza hace que la información que generan los medios independientes, incluidas algunas muy sustentadas denuncias, no le hacen mella. Excepto casos muy excepcionales, como la "primicia de la década”, es decir, la relevación del escándalo de supuesto tráfico de influencias que involucra al presidente Evo Morales y su exnovia, lanzada por Carlos Valverde, en general otras denuncias no tienen mayor influencia en el comportamiento, decisiones y acciones del Gobierno.
Esta semana, el periodista Andrés Gómez difundió audios en los que se oye pedir al ministro Juan Ramón Quintana que se usen fondos públicos para hacer campaña por el MAS en el referendo. Si bien el tema ha sido, y seguirá siendo, de amplios comentarios en las redes, de las que hablaremos más adelante, la enorme revelación de lo que se habló en esa reunión, que incluyó planes de guerra sucia contra la oposición, no generó una polémica política mayor. Esto hace ver la diferencia con el pasado. Si hubiera sido otro ministro de la Presidencia, por ejemplo, Carlos Sánchez Berzaín, quien hubiera pedido en una reunión que se viole la ley, los medios, la sociedad civil, la oposición sindical, el movimiento cocalero, los partidos opositores y otros hubieran incendiado el país. Un ejemplo más. Si otro Presidente, digamos Banzer, hubiera hecho alusiones sexuales de mal gusto con respecto a mujeres, como las que ha realizado Morales, su régimen hubiera pendido de un hilo. Hoy no pasa nada. O pasa, pero de una manera diferida e indirecta.
El otro factor contra el que luchan los medios independientes, y en realidad toda la sociedad civil, y que tiene relación con el tema anterior, es la inexistencia de una "disposición de escuchar”.
Casos muy graves, como ejecuciones de extranjeros en el caso del Hotel Las Américas, manipulación judicial en las denuncias del caso El Porvenir, variadas muestras de corrupción estatal, construcción de millonarios "elefantes blancos” que malgasta dineros públicos, inaceptables declaraciones machistas y misóginas del Presidente y un sinfín de otros asuntos, durante esta década, no han generado mayor efecto precisamente por esta falta de "disposición de escuchar”. Eso ha ido variando en los últimos meses, y especialmente después de la derrota de la opción Sí en el referéndum, pero sigue siendo un tema que quienes luchan por una sociedad más democrática deben enfrentar. Para periodistas y sus primos hermanos, los activistas de derechos humanos y civiles, esta situación es frustrante, pero por otra parte ayuda a aguzar el ingenio y a entender la importancia de la perseverancia.
Redes sociales y correlación de fuerzas
Lo que ha cambiado la correlación de fuerzas en tiempos más recientes son las redes sociales. Éstas, como parece que a veces se olvidara, no son entelequias, sino espacios en los que seres humanos, de carne y hueso, opinan, comentan, intercambian, critican e informan. Aliados a los medios independientes, estos ciudadanos generan una "opinión pública paralela”. Un meme bien puesto después de que el Vicepresidente dice alguna de sus "lineradas”, por ejemplo, tiene más efecto que decenas de horas de discursos y propaganda por los medios tradicionales. Tengo la impresión de que la campaña electoral del referéndum fue la primera de un nuevo tipo: la publicidad tradicional transmitida por radio y televisión fue mucho menos importante de la discusión (y manipulación) que se generó en las redes.
Aunque la información que presenta la prensa paraestatal y oficialista es mayoritaria y omnipresente, la que difunden los medios independientes tiene la ventaja de estar aliada con las redes. La demostración es clara: mientras surgieron, casi de inmediato, memes burlándose del supuesto intercambio de mensajes de WhatsApp entre el ministro Quintana y la exnovia del Presidente no apareció ninguno reflejando las 10 propuestas que Evo Morales presentó al mundo para imponer el "Vivir bien” en Nueva York, esta semana.
¿Por qué ocurre eso? Por varias razones, especialmente dos: el mensaje oficialista, como decimos, es omnipresente y masivo. La gente está harta de él, especialmente en las ciudades, que es, paradójicamente, donde más se difunde. En segundo lugar, al haber cambiado el humor de la sociedad tras tantos años de predominio gubernamental, ahora se ha vuelto a una situación "normal” en democracia: el ciudadano tiende a criticar y a mofarse de los poderosos. No de los débiles. Y ahora el MAS es sinónimo, crecientemente, de poder, además de abuso, despilfarro, corrupción.
Decía líneas arriba que los efectos de los permanentes desaciertos del oficialismo tienen un efecto de "manera diferida e indirecta”. La suma de esos temas polémicos (no se aclara el caso CAMC, el Vicepresidente mintió sobre su título profesional, no se atiende el pedido de los discapacitados, el Gobierno incumplió su palabra de no buscar un cuarto mandato, etc.), termina, con el tiempo, asentando la idea de que el país necesita un cambio político. Aunque el resultado del referendo del 21 de febrero tuvo como efecto desequilibrante dos temas cruciales, como la difusión del escándalo Zapata y las muertos en El Alto, y que de no haber sido por ellos seguramente hubiera ganado el Sí, se percibe ya con claridad un aire de "cambio de época”. O por lo menos de "inicio” de ese cambio. Y para que ello ocurriera eran cruciales los medios independientes, aún asfixiados, y su alianza con las redes.
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