Estuve juntando ideas sobre las últimas entrevistas que tuvieron la gentileza de hacerme Gonzalo Gorriti, en Unitel, y Alberto Funes, en La Red Deportiva, y he llegado a la conclusión -habida cuenta que ni Federación Boliviana de Fútbol, ni Liga y menos el Estado se dan por aludidos- que es muy buena idea plantearle al magnate boliviano Marcelo Claure la posibilidad de que financie, organice y dé vida a una escuela de fútbol, que creo es la única forma de fabricar futbolistas para el futuro, como lo hicieron Enrique Happ y Tahuichi.
Un financiamiento permanente puede surgir de la formación de una Fundación para el Fútbol que -la ley permite- deduzca esta erogación de obligaciones impositivas.
Claure, está visto, tiene legítimas aspiraciones de popularizar su nombre en Bolivia y una buena manera de hacerlo sería creando una escuela de fútbol.
Quizás Santa Cruz sería la mejor plaza para su ubicación, dada su geografía, cantidad de canchas y la buena experiencia recogida de la Tahuichi.
Podría apelarse a los aportes de Eduardo Rivero; de Ana María Kuajara, ex gerente de la Academia; para reactualizar esta institución, darle otro nombre que podría ser Marcelo Claure, y refundar la escuela que después de la partida de Roly Aguilera quedó en el olvido.
Desde el punto de vista de inversión, es conocido que los padres de los futuros futbolistas ceden a favor de la escuela un porcentaje de los derechos deportivos de los jugadores, con lo que el dinero que se empleará podría ser recuperado.
Después del surgimiento de Marco Etcheverry, Juan Manuel Peña, Erwin Sanchez en la Tahuichi (para citar solamente algunos) o Marco Sandy, William Ramallo, en la Escuela Happ, son muy pocos los futbolistas que se forman con sentido profesional. Y fíjese que desde el ocaso de esa generación nuestras selecciones son eliminadas muy temprano en el exterior.
Está formulada la invitación al mandamás de Bolívar. Repito, soy un convencido de que en tanto no se formen escuelas de fútbol, nuestras posibilidades de éxito serán reducidas.
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