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domingo, mayo 11, 2014
Sergio calero ‘Pongo música que me gusta’
Sergio Calero vuelve a las andadas. Este domingo, después de un año de receso, regresa con su programa radial Desnudarte. Una apuesta de larga data que tiene su eje en la música. Quizás en su larga convivencia con la música, Calero ha aprendido el difícil arte de multiplicar el tiempo. Es productor de un canal de televisión, codirige la radio Deseo —donde se emite Desnudarte los domingos de 11.00 a 13.00 con reprise los sábados de 19.00 a 21.00—, conduce el ciclo Protagonistas de la Música Boliviana en Espacio Simón I. Patiño —este jueves hablará sobre el Gringo Favre con Ernesto Cavour y María Antonieta Arauco— y escucha cientos de discos. La mayor parte de esa música, tarde o temprano, acaba compartiéndola con los oyentes de Desnudarte. Se agradece.
— Desnudarte es un programa de música pero siempre es la música y algo más....
— La música es una herramienta para el objetivo del programa: desnudarte. Desnudarte es, obviamente, un juego de palabras que tiene que ver con el arte, pero también tiene que ver con desnudar emotivamente a quien escucha, con desnudar al entrevistado. Y desnudarte es tratar de conmoverte; creo que ésa es la función básica de cualquier trabajo comunicacional. Pero conmover no es solo lagrimear, conmover es el recuerdo, la nostalgia, el sentimiento festivo y también la angustia. La música es, en este sentido, la herramienta para desnudar, para conmover.
— Con esta temporada el programa podría rondar las 200 emisiones. ¿Hay cambios?
— Le he dado muchas vueltas a esa pregunta y al final me he respondido que, en realidad, Desnudarte siempre cambia y, por lo tanto, no es necesario cambiar nada. Digo esto porque Desnudarte lo hago sin previo plan, solo tengo diseñado el primer programa y que venga el segundo. Ha sido así desde un principio porque el primero que tiene que sentirse seducido por el programa soy yo. Dejé de hacerlo un año, porque como dice Mafalda, lo urgente quita tiempo a lo importante. Pero para mí Desnudarte no es un trabajo, no es algo que hago porque alguien me paga sino es una convivencia de muchos años. Por eso trato de que yo sea el primero que se sorprenda y así me pongo desafíos.
— El fenómeno no es nuevo pero quizás ahora se ha agudizado. Con la radio y el disco, la música ha alcanzado una difusión que ningún otro arte tiene y como ninguno es parte de la vida de la gente.
— Desde el momento en que la música se hizo masiva y sobre todo accesible se convirtió en el arte de mayor posibilidad de expresión. Sin embargo, creo que así como hubo una época en la que el acceso a la música era más difícil y otra época de tremenda masificación, hoy nos estamos acercando a una nueva etapa. Yo estoy contento de ser parte de la generación que vivió la transición del disco de vinilo al CD porque para mí el objeto físico tiene mucho valor. Creo que para la siguiente generación ya no. Hoy, cualquiera en su teléfono puede tener todo Los Beatles mezclado con reguetón y música de otras épocas. Eso hace que la percepción de la música sea distinta y también su valoración. No sé si mejor o peor, pero sí sé que está cambiando y seguirá cambiando. Cambia con cada época. Hoy, por ejemplo, conseguir música ya no tiene valor. La mayoría de las personas, especialmente los jóvenes, manejan lo desechable: puedo bajar de la internet lo que quiero oír y luego lo tiro, no hay problema porque si quiero oír otra vez lo vuelvo a bajar. Ese facilismo en cierto sentido le quita valor, por lo tanto obliga a los músicos y a los que estamos en la tarea de difundir la música a plantear la cosa de otra manera.
—¿Cómo se ubica frente a ese complejo panorama?
—Lo que yo hago es tratar de mostrar lo importante que es la música. Es importante, primero, para mí. Para muchas personas (no critico a nadie) la música no es importante, no se mueren por ella. Pero yo sí me muero por la música, mi vida es la música, para bien y para mal. Trato, entonces, de mostrar que la música es importante pero no solo para mí sino para el mundo. No podemos hablar de ninguna época, especialmente de la contemporánea, sin hablar de la música. No podemos hablar del siglo XX sin hablar del rock, no podemos hablar de los cambios sociales sin hablar de Los Beatles, no podemos hablar de Bolivia a fines de los 60 sin hablar de Los Jairas o de Domínguez. Lo que siempre he hecho, desde que hacía La Obertura del Siglo XX para televisión, es contar la historia y confrontar al público con esa historia a partir de la música.
— En Desnudarte se pasa muy libremente de un género a otro, aparentemente sin jerarquías...
— Me alegra que se lo perciba así porque mi mayor riesgo y mi mayor desafío es que se trata de un programa tremendamente subjetivo. Para mí, los géneros tienen que ver más que con fronteras musicales con el gusto. La verdad es que pongo la música que me gusta, no podría poner lo que no me gusta así sea muy importante. Ahí se estructura la pasión y la pasión es la materia prima de todo esto. Parto de lo que me gusta pero trato de que sea una puerta abierta. Cuando me propongo hacer un programa sobre el café o el mes de abril, por ejemplo, me abro y encuentro muchas canciones y muchos artistas que no conocía. Pero para mí siempre hay un compromiso, un tomar partido. Creo que la actitud crítica es una de las mayores obligaciones en todas las artes.
— Con todo, en Desnudarte, el rock ocupa un lugar de privilegio...
— Es más, yo diría que es un programa de rock. En tantos años de escuchar y hacer programas uno se pregunta qué es el rock. Es un tipo de música, sí, pero no es solo un tipo de música; es un fenómeno social, pero no solo eso; también es un producto comercial, y es un modo de vivir y es un modo de morir. Para mí el rock es la expresión más genuina de esta época y es una expresión tan contradictoria como el mundo actual. Además, el rock es un tipo de arte que no evoluciona, lo que se hacía en los 60 no ha sido superado en lo que se hacía en los 70. Es una actitud que va pasando de generación en generación y cada generación se la apropia. Es una actitud de búsqueda, de libertad, de rebeldía. Y también es una actitud de aterrizaje forzoso en la realidad. Cuando el rock se va a las nubes, la siguiente generación lo hace aterrizar.
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