El mundo se dibuja en su cabeza. Cuando Jose Álex Severiche Vidal (24) empieza a escribir un guion de radio cierra los ojos con fuerza y ve en su mente las formas y luces que tiene la realidad. Saltan las ideas, vuela el pensamiento. Así, Álex imagina la forma más sencilla de explicar los trabajos científicos del Programa de Investigación Estratégica de Bolivia (PIEB). Ese es su oficio: es un divulgador de contenidos científicos, es un periodista de radio cuya misión es evitar que el conocimiento se pudra en las bibliotecas universitarias.
Álex es ciego de nacimiento. Pero esa condición no le ha impedido alcanzar los sueños que ha tenido desde chico: tiene una familia que lo ama, muchos amigos, terminó el colegio con honores, hace un año se licenció de la universidad con calificaciones de excelencia y hoy este joven de sonrisa transparente es uno de los pioneros del periodismo científico en Bolivia, pues trabaja como productor de cápsulas radiales para el programa de divulgación de ciencia y tecnología del PIEB y de la Universidad Evangélica Boliviana (UEB).
“Mi cuarto es mi estudio de grabación”, dice él y entra en una habitación de tres por cuatro metros, al fondo de la casa de sus padres, Rita Vidal y Jose Severiche. La pieza está llena de cables, parlantes, papeles con códigos del sistema Braille, micrófonos y una computadora. El cuarto de Álex, de no ser por la cama arrinconada que hay, luce más como una isla de edición que como un dormitorio.
Una vez adentro, Álex se deja caer sobre su silla rotatoria, se encierra, enciende la máquina y automáticamente se habilita el Jaws, un programa informático que lee en voz alta, con acento español peninsular, todas las acciones ocurridas en la pantalla de la computadora de modo que le sirve de guía para trabajar. “Abrir Adobe Audition”, se oye.
Mientras Álex acomoda su escritorio me cuenta un poco sobre su vida. Es un joven común, muy risueño cuando habla de sí mismo, de lenguaje pulcro cuando explica sobre su profesión. Tiene una voz grave bien modulada, muy de radio FM. Para él es muy importante la palabra hablada y los sonidos. No soporta la bulla de ningún tipo. Es alto, como de 1,80 metros de estatura. De cuerpo rollizo –dice él que es porque es muy sedentario–, de tez clara y viste campera y bluyín.
Está hablando de lo increíblemente fácil que parece la vida para él. Está contando que le detectaron la ceguera a los tres meses de nacido, que no hubo un diagnóstico preciso que explique su problema, que desde chico aprendió a habituarse a su ceguera con ayuda de Aprecia, institución que apoya la educación integradora de personas con discapacidad visual.
“Soy feliz, mis padres me han dado mucho cariño”, confiesa, a manera de explicación sobre por qué él, según él, no se ha dejado hundir por el azar de haber nacido sin poder ver.
“Debo decir que pocas veces me sentí discriminado”, admite, subrayando que en casa sus padres nunca lo sobreprotegieron y que en su escuela, el José Malky, nadie lo trató con diferencias.
Sin embargo, protesta porque a veces, cuando camina en la calle en busca de un microbús, algunos choferes no quieren parar. “Creen que voy a subir a cantar y a pedir monedas, por eso se pasan”, dice molesto a nombre suyo y a nombre de todos los ciegos de la ciudad.
Mientras habla señala aquí y allá para mostrarme donde están guardados sus micrófonos y donde el mezclador de sonido que mojó y que debe hacer reparar. Conoce su cuarto de memoria, también su casa y parte de la ciudad. Su madre, doña Rita, nos observa cada tanto, de lejos, en silencio y sin inmiscuirse en la charla.
“Escogí postular a la maestría de periodismo científico porque creo que ya hay muchos periodistas ocupados de política y economía”, dice y me advierte lo productivo que puede ser acercar más la ciencia a la gente en un país subdesarrollado.
Hoy él puede jactarse de haber producido, prácticamente solo, 160 microrreportajes sobre ciencia y tecnología desarrollada en el país. Bolivia y sus átomos se llama la producción y está disponible en la web del PIEB (www.pieb. com.bo). Esas cápsulas radiales son pedacitos de la realidad que Álex se anticipó a ver, en un país donde los conflictos no dejan mirar adelante.
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