Estoy sentado frente a un hombre que con su libreta de reportero de raza y con sus sandalias de viajero ha sido testigo de las acciones más espantosas y brillantes del ser humano. Juan Javier Zeballos lleva la marca de un trotamundos insaciable porque durante 25 años ha remado en su balsa de aventurero responsable por las venas de toda América Latina.
La fuerza de sus viajes le brota por cada hebra de su piel y ahora está sentado en un sillón apacible de su departamento paceño acompañado del aura madura de sus 68 años de vida. Tiene una voz de papá grande. Con ella, revela un mundo mágico en la que aparecen dictadores sanguinarios y el presidente más sencillo y brillante que logró entrevistar. También cuenta sobre la única vez en la que lo prepararon para morir en un avión que aterrizó como un pato herido en una pista de espuma de EEUU, y el dulce momento en el que se convirtió en el autor de la noticia de la agencia Reuters que por primera vez el New York Times publicó en su portada.
“He sido un periodista privilegiado”, reitera varias veces. Lo fue porque, entre otras cosas, a sus 24 años entró en Reuters para ser parte de la creación de Latin, la Agencia Latinoamericana de Información con sede en Buenos Aires. Más de 200 periodistas del mundo se presentaron a un concurso de méritos pero a él lo invitaron a pasar el curso de entrenamiento de seis meses de donde iban a salir de los contratados.
Zeballos trabajaba en el diario Presencia, pidió licencia sin goce de haberes y se fue a Buenos Aires. A los dos meses le dijeron que no necesitaba más entrenamiento y que sería el primer contratado para Latin Reuters. Su primer destino como corresponsal fue México. Desde entonces se dedicó a caminar por países lejanos.
- ¿Qué fue lo que les cautivó de usted a la gente de Reuters?
- Yo había tenido una muy buena cobertura del caso Pedro Eugenio Aramburú, que fue un presidente militar argentino, el que derrocó a Perón y que después hizo robar el cadáver de Eva Duarte de Perón. Los montoneros decidieron vengarse de Aramburú y justo en mayo de 1970, cuando yo estaba en la oficina de Reuters, la secretaria me dice que hay alguien en el teléfono desesperado y que quiere hablar con un periodista. Me pasa la llamada y un tipo me dice: Váyase al café tal de la plaza del Congreso y en el baño de hombres encontrará un documento. Fui y detrás del tanque de agua de un baño encontré un papel escrito a máquina que decía: “Hoy hemos ajusticiado a Aramburú”. Con todas las normas de seguridad hicimos una buena historia.
- La primera historia de tantas que viviría durante 25 años, ¿qué más vino después?
- En México cubrí la masacre de Corpus Christi. Los estudiantes salieron en manifestación y los acribillaron a balazos. Nunca se supo cuántos murieron. Se dice que más de 100. También me tocó cubrir la muerte de Papa Doc (François Duvalier 1907 - 1971), el presidente de Haití, un dictador superconocido y que tenía a su pueblo sojuzgado. Después vino Ecuador. Ahí estuve presente en el derrocamiento del presidente José María Velazco Ibarra, el que decía: “Denme un balcón y seré presidente”. Era la quinta vez que él estaba de primer mandatario, había estado cuatro veces antes y solo una vez terminó su mandato. Esta última también lo derrocaron los militares. Después fui a Colombia, Venezuela, otra vez a la Argentina, a Chile, a Brasil y mi destino final fue Perú, donde cubrí la captura de Abimael Guzmán y lancé la primicia de su cadena perpetua. Antes, fui corresponsal en Chile, cuando Pinochet mataba gente.
- En uno de sus viajes casi no llega a destino, ¿no?
Cuando retornaba de Washington a México, el piloto del avión en el que viajaba dijo que se produjo un desperfecto mecánico y que volveríamos al aeropuerto de Dallas. Realizamos un aterrizaje de emergencia en una pista de espuma. Cuando estábamos en el aire, nos dieron instrucciones sobre la posición de impacto. Sentí que se rompió el tren de aterrizaje. Yo, dentro del avión, pensaba que tenía que salir con vida para escribir esa historia fabulosa, pero también sabía que en un avión chico uno puede salvarse pero en uno como en el que viajaba, imposible. Sin el tren, la nave corría por la pista, no frenaba, y las chispas salpicaban y la gente gritaba. Se rompió un ala y giró como pato herido hasta que quedó quieto.
- ¿Por qué decide hacer maletas y retornar a Bolivia?
- Latin murió en 1978 y de los 35 corresponsales que tenía, quedamos cinco en Reuters. Después mis hijas se acostumbraron a Bolivia y la agencia me ofrecía otros destinos, y como no podía volver al país porque había otro corresponsal aquí, preferí renunciar. Fue una decisión difícil, preferí la seguridad familiar a la laboral.
Ya en el país trabajé en periódicos de La Paz y en uno en Santa Cruz, en la Superintendencia de Pensiones, Valores y Seguros y hasta ahora en la Asociación Nacional de la Prensa (ANP). Así me dediqué a la defensa de la libertad de expresión desde 2007, justo en esa época empezó la represión a los medios.
- ¿Cómo ve la salud de la prensa de ahora?
- Yo siempre les digo a mis seis hijas que solo los buenos pueden triunfar. Y me refiero a todos los oficios: carpintería, periodismo, etc. El mundo está lleno de mediocres y es porque hacen cosas que no les gustan.
- ¿Qué virtudes le ve al periodismo actual?
- La virtud del periodismo serio es que pese a sus errores, es honesto. Yo aprendí en la vida que las cosas se las gana o a pulmón o chupando las medias. Qué gran satisfacción cuando uno se gana las cosas con su esfuerzo.
- En su juventud era futbolista, marcaba golpes como centro delantero, y años después, estaba como defensor de los lectores del grupo Líder al que pertenece EL DEBER. ¿qué posición le gustó más?
- Jugué en mi juventud para Litoral de Cochabamba, justo cuando ascendió a primera división me rompí los meniscos y ahí paré. Era más o menos bueno. Mi paso como Defensor del Lector ha significado una experiencia poco grata en el sentido de no tener reclamos de los lectores. Por otro lado también he visto que si no se reclama es que no hay mucho que reclamar. Eso me satisface porque habla de un alto nivel periodístico.
- ¿Cuál ha sido su mejor partido en la jugada periodística?
- Son cosas tan distintas, desde un golpe de Estado hasta campeonatos mundiales de fútbol (cubrí tres). Nunca me había puesto a pensar en cuál fue mi jugada de taquito.
- ¿Cuál fue el reportaje que nunca pudo hacer?
- Sobre el narcotráfico. Todavía me gustaría hacerlo.
- ¿Con qué entrevistado se queda?
- Con José Figueres, el que era presidente de Costa Rica, el hombre más sencillo que he conocido. Él era mediador entre Honduras y El Salvador en el conflicto que se denominó ‘la guerra del fútbol’. Viajé a San José (la capital), agarré la guía telefónica, marqué Presidencia de la República, alguien me contestó y solicité la entrevista. La voz de una mujer me dijo: Un momentito, después me contestó un hombre y le volví a repetir mis intenciones, y él me respondió: Véngase a las 15:00, yo soy el presidente.
- Ahora, ¿a quién le gustaría entrevistar?
- Uno mira lo que está pasando en Bolivia y en otros países y ve tantas mentiras juntas. Por eso no me llama la atención entrevistar a alguien de la clase política. Tal vez quizá a un científico. No sé si a un deportista. Los deportistas también se me han devaluado mucho por el mercantilismo. No puedo concebir esas compras suntuosas con tanta plata mientras hay un mundo que está muriendo de hambre. A mí me gusta la nobleza, la sencillez.
- Miremos atrás. ¿Volvería a ser periodista o quisiera ser futbolista o algo mejor?
- Quisiera tener la misma vida. Me siento muy privilegiado, quiero mucho mi profesión. He ido subiendo grada tras grada hasta llegar a lugares donde jamás había pensado.Quiero seguir haciendo algunas cosas. También creo que el periodismo es como el fútbol. Se empieza muy joven y se termina muy joven. Uno va descubriendo las novedades en la medida en que se va desarrollando como ser humano y le van impresionando las cosas, pero después de determinada edad muchas ya no sorprenden y va perdiendo el interés en la noticia. Claro, cuando se lleva el periodismo en la sangre ese interés no desaparece y lo que algunos hacen es buscar otras ramas del oficio.
- Cuando suena ese silbato, ¿hay que dejar el oficio?
- Hay que insistir. Suena esa alerta temprana, es el momento de ponerse a pensar: he cubierto noticias hasta ahora y de aquí en adelante, ¿qué hago? Investigación, crónicas, reportajes, algo que no sea esa actividad estresante.
- ¿Cómo lo trató Reuters?
- A cuerpo de rey. Asistí a todos los talleres anuales que realizaba en distintos países sobre redacción y ética. Cubrí seis juegos panamericanos, tres mundiales de fútbol, reuniones de la OEA, de la ONU, del FMI. Nos trataban tan bien. Cuando íbamos a cubrir nos alojábamos en unos hotelazos a todo dar, con viáticos de 250 dólares diarios. Cuando nos cambiaban de país nos pagaban la casa para toda la familia, el auto, el colegio de los chicos. Pero así también exigían. He visto a dos corresponsales salir de Reuters por irresponsables.
- ¿Algunos errorres que recuerde?
- No me acuerdo en este momento de errores. Pero sí de esas cosas chicas como ponerse a pensar si era esto lo que me dijo la fuente o si le estoy haciendo decir una cosa que no era. La ventaja mía era que la escuela que he tenido, la de Reuters, fue muy sólida.
- ¿Qué sueños quiere cumplir?
- Mi sueño es terminar algunas historias que he escrito como noticia en mi vida de correponsal y ponerlas en un libro. Mis sueños se han hecho realidad. Nunca he tenido sueños de grandeza.
Creo que con lo que he vivido y Dios me ha dado estoy muy contento. Me dio una buena familia, unas hijas estupendas, una esposa de primer nivel, a la que adoro. Mi hogar es muy bueno y sólido. En mi profesión hay lugares mucho más altos, pero donde he llegado me parece suficiente. Estoy contento con lo que Dios me ha deparado en mi destino. Yo siempre le digo a mi esposa, ¿qué más podemos pedir?
Consejos para un reportero
Recuerdo que cuando trabajaba en Santa Cruz fui a hablar con la jefa de carrera de una universidad y a preguntarle los nombres de los mejores alumnos del último año. Ella quiso saber cuál era el perfil de estudiantes que yo buscaba. Le dije que pedía dos cosas: que supiera escribir más o menos bien y que tuviera mística, y que si alguien no tiene mística mejor que no me lo mandara.
He visto que el periodista está muy cómodo. No quiere hacer más de lo que le dicen que tiene que hacer.
Yo creo en un periodismo de 24 horas. El periodismo es como una leucemia, se lo lleva en la sangre. El que no tiene sangre de periodista no debe buscar en este oficio un mecanismo de ganar dinero porque no es para eso ni para figuración.
Este oficio lo que necesita es conciencia de que hay que hacer un periodismo de primer nivel. El que está queriendo solucionar su problema de supervivencia, pensando que es fácil, está equivocado. Ese no puede ser periodista.
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